Pepe Escobar
Publicado por Rebelión.or
Traducido por Germán Leyens
La historia seguramente registrará la ironía de que la nueva doctrina bélica del presidente de EE.UU., Barack Obama, se perfiló a bordo de Air Force One en ruta al profundamente pacífico Brasil; luego en un mensaje a EE.UU. desde Brasilia (sí, la Operación Amanecer de la Odisea se lanzó desde los trópicos y no desde el Mediterráneo); y finalmente en un cuarto de operaciones establecido en la asoleada y sexy ciudad de Rio de Janeiro.
Estos son los parámetros:
El Pentágono debe realizar una “operación limitada” sin la participación de tropas de tierra (hay que pensar en la actitud hacia Bosnia y Kosovo de Bill Clinton en los años noventa).EE.UU. forma parte de una “coalición” (de los dispuestos), pero no la dirige (hay que pensar en lo contrario a George W. Bush en Iraq).La operación es para “proteger civiles” y no tiene nada que ver con “cambio de régimen” (una vez más Clinton supera a Bush).
Todo se basa en “sólida legitimidad internacional” conferida por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, más explícita que la que autorizó a la OTAN a actuar en Kosovo (por no mencionar la resolución inexistente para que Bush bombardeara Iraq).
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- Sin embargo, inmediatamente después que los Tomahawk empezaran a volar, la Casa Blanca comenzó a encontrar problemas. La “operación limitada” –como el bombardeo de las defensas aéreas y las instalaciones militares de Muamar Gadafi– prácticamente puede haber terminado y los estadounidenses se mueren por que los alivien del esfuerzo. ¿Pero quién se queda a cargo? El general Carter Ham, jefe del Africom de EE.UU. y actual comandante del Amanecer de la Odisea, lo resumió bastante bien, cuando dijo: “Lo primero que tiene que pasar es que se identifique qué es esa organización”. Vosotros combatís, nosotros observamos No será la Liga Árabe, cuyo voto por una zona de exclusión aérea sobre Libia fue ampliamente alcahueteado por cada diplomático occidental como base para la resolución de las Naciones Unidas. Pero entonces, el secretario general de la Liga Árabe Amr Mussa dio marcha atrás, y dijo que el ataque había ido más allá del objetivo inicial, que era proteger, no matar civiles. Y finalmente el demagogo y oportunista, Mussa volvió a recibir órdenes de la Casa de Saud (que presionó fuertemente por la zona de exclusión aérea): dio otra media vuelta, y dijo que la resolución estaba bien. Lo que nunca mencionan los medios corporativos occidentales es que entre los 22 miembros de la Liga Árabe fue Arabia Saudí –como líder de los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC)– la que cabildeó obsesivamente por la aplicación de la zona de exclusión aérea (gracias a la visceral mala sangre entre el rey Adbullah y Gadafi (vea El “top 10” del “Amanecer de la Odisea” en Rebelión del 22 de marzo); y que sólo Qatar enviará efectivamente un máximo de cuatro de sus cazas Mirage (nadie sabe cuándo). Incluso a pesar de que Obama llamó personalmente a Jeque Khalifa, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) cambiaron de opinión sobre el envío de sus jets y ayudarán solo en asuntos “humanitarios”. El jefe del GCC, Abdul Rahman bin Hamad al-Attiyah, insistió en Abu Dhabi en que Qatar y los EAU forman parte de la “coalición” –pero se negó a explicar cómo-. En cuanto al rey de Bahréin, Hamad al-Khalifa, prefirió explicar superficialmente que el minúsculo reino había frustrado un “complot externo” para debilitar su seguridad y estabilidad; también agradeció profusamente a las fuerzas de invasión saudíes que ahora le ayudan a reprimir todas las protestas pacíficas. Los sorprendentes titubeos y la hipocresía del GCC y de la Liga Árabe son complicados por la hostilidad abierta de la Unión Africana (UA) hacia la “coalición”, expresada en un comunicado desde Nouakchott, Mauritania, llamando a “un fin inmediato de todos los ataques”. La UA sólo demanda que Gadafi asegure que “ayuda humanitaria” llegue a los que la necesitan. Esto revienta el mito de que la “comunidad internacional” apoya el Amanecer de la Odisea. Las dictaduras árabes –que una vez más han aprobado un ataque a un país musulmán– temen a muerte la reacción de sus poblaciones si aumenta el “daño colateral”. La blogosfera árabe está saturada de acusaciones de que la ONU y la Liga Árabe han aprobado una desvergonzada conspiración occidental para apoderarse del petróleo libio. Los países africanos se oponen en su mayoría. Las potencias emergentes clave –Brasil, India, Indonesia, Turquía– no participan. Los cuatro miembros del BRIC (Brasil, Rusia, India, China) se abstuvieron en la votación en la ONU. China ha sido plenamente consciente de que tanto en África como en Suramérica –donde sus intereses comerciales rivalizan ahora con los de EE.UU.– el apoyo a la “coalición” es mínimo. Y Rusia ha ido un paso más lejos: según el primer ministro Vladimir Putin: “La resolución es defectuosa y deficiente… Lo permite todo. Se parece a llamados medievales a las cruzadas”. Es verdad, Rusia tiene contratos de armas con Libia de un tenor de 4.000 millones de dólares, y la mitad está pendiente. No es sorprendente que el supremo del Pentágono, Robert Gates, no haya podido convencer a Moscú para que apoye a la “coalición”. Disputa encarnizada Será que esta “coalición” tiene que ver en realidad sólo con la OTAN. ¿Será verdad? Hay una disputa encarnizada dentro de la OTAN. Nadie sabe cómo interpretar esa resolución “que permite todo”. En Gran Bretaña, el Ministerio de Defensa jura que la eliminación de Gadafi no forma parte del mandato (reflejando la opinión de Gates, quien dijo que sería “imprudente”). Pero el gobierno de David Cameron piensa que todo tiene que ver con el cambio de régimen. Y así es en la práctica para el gobierno de Obama –véase que todos, desde el presidente Obama a la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, insisten en que “Gadafi debe irse”. Francia –siguiendo el síndrome napoleónico del presidente Nicolas Sarkozy– no quiere entregar el comando a la OTAN. Otros miembros de la OTAN se quejan en voz alta de que los anglo-franceses más EE.UU., monopolizan todas las decisiones. Turquía, extremadamente preocupada por las muertes de civiles, y sobre todo preocupada por preservar su actual excelente posición en el mundo musulmán, se opone firmemente a una intervención de la OTAN –y en su lugar aboga por una revisión de otras posibles estrategias e incluso por un inmediato alto el fuego occidental. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan dijo: “La intervención militar de la OTAN en Libia y en cualquier otro país sería totalmente contraproducente”. En este contexto, es absurdo creer –como los proverbiales sospechosos de los think-tank– que una intervención de la OTAN siguiendo el modelo de Kosovo sería “exitosa”. En 1999, la OTAN bombardeó Yugoslavia durante 78 días, lanzó por lo menos 20.000 toneladas de bombas; y produjo miles de “daños colaterales” – todo en nombre de la “protección” humanitaria de los albanos en Kosovo. La masacre de Srebrenica, a propósito, tuvo lugar después de que la OTAN impuso una zona de exclusión aérea sobre Bosnia. Liga de forajidos El consorcio anglo-francés-estadounidense que dirige el Amanecer de la Odisea se ha dejado engañar por su propia propaganda –convencido ciegamente de la participación de la Liga Árabe- E incluso si la Liga Árabe participara totalmente, significaría que el Amanecer de la Odisea está apoyado por los mismos personajes de los que intenta librarse la gran revuelta árabe de 2011. La posición de la Liga Árabe se basa en dos motivos muy tenebrosos. Uno es el rey Abdullah y la obsesión de la Casa de Saud de eliminar a Gadafi. El otro es la campaña de Mussa por convertirse en el próximo presidente de Egipto. Mussa recibe sus órdenes de la Casa de Saud mientras trata de seducir a Washington para que apoye su candidatura a la presidencia. La resolución de la ONU no tiene nada que ver con alto el fuego. Los propios “rebeldes” ya han dicho que no aceptarán otra cosa que un cambio de régimen. La resolución apunta a un cambio de régimen –no importa lo que digan los militares británicos y estadounidenses-. Hay que contar con que caerán más misiles de crucero en el complejo de Gadafi en Bab al-Aziziya. Si Gadafi resiste, las cosas se pondrán aún peor. Según el derecho internacional su régimen sigue siendo legítimo. Podría incluso invocar el derecho a combatir contra una insurrección armada que trata de derribar su régimen. En realidad tiene más derecho que las dictaduras de Yemen y Bahréin, que matan a tiros a los manifestantes desarmados. La verdadera prueba para la nueva doctrina bélica de Obama –y sus acólitos europeos– será cómo lograr un cambio de régimen sin una guerra terrestre. Pero la historia podrá decidir que exactamente como en Georgia, Chipre, Nagorno-Karabakh, Kosovo o Nor/Sudcorea, podríamos estar en camino de despedirnos de la Libia unificada.