No
hacia mucho que nos habían trasladado desde la Penitenciaria a la Cárcel
Publica. Fue un traslado abrupto. Nuestro grupo estaba trabajando uno de los
tantos proyectos de fuga que consecutivamente llenaban nuestros días y esta vez
íbamos extraordinariamente bien, cuando posiblemente por algún sapeo al voleo,
por algún indicio, por alguna razón desconocida hasta hoy, un día cualquiera nos llamaron con la típica formula
de los penales: fulano, zutano y mengano deben presentarse en la cuarta reja
con todas sus pertenencias. Atrás quedaba el túnel en que había estado
trabajando día y noche Mena, Carloto y Carlos Bruit, muy sellado y solamente
descubierto años después. Así que de sopetón
llegamos a la Cárcel Publica encontrándonos inesperadamente en la calle a donde
habían recluido a los compañeros del FPMR que habían participado del atentado
al tirano. ¡Mala movida de Gendarmería! Nosotros ya éramos parte del inventario
de las cárceles, con experiencia y varias luchas como presos en el cuerpo, sin
mucho respeto por el orden que ellos trataban de imponer, insolentes y
arrogantes a los ojos de los viejos y nuevos gendarmes que no podían explicarse
muy bien de donde sacábamos fuerzas, organización y capacidades para relativizar
cualquiera medida que ellos trataban de imponer. Y claro, contagiamos de
inmediato al grupo de rodriguistas que, por ser pajaritos nuevos en la cárcel,
aun respondían a las ordenes de los gendarmes vía silbato, a las cuentas, a los
reglamentos que ordenaban hasta como debíamos estar vestidos. Los desordenados del curso enseñándoles a
los mateos y disciplinados rodriguistas como violar cada una de sus ordenes y
salir indemnes, al punto que seguramente algún capitán o suboficial mayor debió
ser sancionado por tan brillante idea de juntar a los mas experimentados presos
políticos que ya habían vivido huelgas de hambre, huelgas secas, fugas,
motines, apaleos, tomas de recintos de visita, con estos rodriguistas que
llegaban “cruditos” a la cárcel.
Se les
fue de las mano el control de los presos políticos en la cárcel y en la misma
medida que afuera avanzaba el movimiento de masas en sus luchas por derrocar a
la dictadura, adentro ganábamos metro a metro espacios para mejorar nuestras
condiciones de vida.
Creo
que sobrepasábamos ya los cien presos políticos agrupados en diversas calles
remodeladas y exclusivas para nosotros.
Los mas antiguos, presos miristas y algunos mandos del FPMR autónomo nos
concentramos en la Galería 10, mientras las otras calles la 5, 6 y 9 eran
ocupadas por el PC, Lautaro, MIR R, autónomos y descolgados respectivamente.
Y en
una de esas apareció Palito por nuestras vidas. Los “manolos” –como les llamábamos
nosotros, habían conformado una carreta al fondo de la galería 10, en el primer
piso, que encubría – para varias- un
nuevo túnel que empezaba a ser trabajado. Ahí se juntaba y compartían alimentos
los del mando de los autónomos: Robocop, el Rucio, Víctor Díaz y otros rodriguistas como Poquita Luz, el Pepe, Carlos
García, Claudio Araya, Cayuya, el Huaso Colina entre otros y de vez en cuando nos dejábamos caer con
Coyete Marchanta conversar, conspirar o simplemente para platicar la amistad.
Asi fuimos conociendo a los “nuevos” rodriguistas que iban ingresando a la cárcel,
Narvona, Juanito Ordenes, Richard Ledesma, Rodrigo Morales, Esqueletor, y un
estudiante inquieto, agujón, irreverente
y un tanto atolondrado: José Miguel Martínez.
No
tengo idea porque ni como hicimos migas desde el principio. Quizás porque en
esa época estábamos estudiando Calculo junto a Coyote y Claudio Araya y el era
un apasionado por las matemáticas. Quizás porque mi celda estaba adornada
profusamente por cuadros y pinturas de maestros como Delacroix, Rembrandt,
Picasso, van Gogh, Miro, Cezanne y el era un adicto al dibujo y al comic.
La cosa
fue que nos hicimos amigos y pasaba a visitarme a la celda cada día. ¿Por qué te
dicen Palito? Le pregunté un día muy car`e palo, sabiendo de antemano la
respuesta. Se cago de la risa y fue muy sincero: Es sola una parte del
sobrenombre compañero, respondió: en
verdad me dicen palito en el poto….porque parece que los molesto mucho.
Era en
cierta medida verdad: preguntón, agujón, irreverente.
No le importaba mucho respetar formalismos – y vaya que los rodriguistas
tenían mucho- ni menos leyendas o autoridades burocráticas o verticalistas.
Simplemente hacia lo que estimaba correcto, justo y convenien0te con lo que aparecía
como arrogante, atolondrado.
En su
celda dibujó al Comandante José M iguel en la pared y tomando una pierna de un pantalón
y un zapato viejo, los rellenó y pegó a la pared de modo tal que parecía que
estaba saliendo desde la pared. Impulsivo, durante un tiempo comenzó a hacer
practicas de karate no importando quien le observara.
Fue en
esa época en que un día se me ocurrió salir a lo que llamábamos calle “Ahumada”
y pintar los murales bajo los cuales muchos presos y visitas se retraban de
manera posterior. Era “mi volada” durante varios días en la que me acompañaban
otros compañeros tocando guitarra, mateando,
mientras yo trazaba, rellenaba, delineaba, fundía colores, rostros,
situaciones, consignas. Entonces apareció Palito con sus brochas y pinceles y
se tomó los muros de enfrente haciendo sus dibujos.
Fue
algo jocoso, divertido, propio de ese mundo especial de la cárcel donde se
cruzaban ideologías, culturas, formas de ver la vida. Y escribo esto porque al día
siguiente, prácticamente había un escándalo bajo los dibujos de Palito, con un
compañero de mucha edad del Partido Comunista, campesino, protestando por el
dibujo que había realizado Palito: “! Como se le ocurre al compañero dibujar
combatientes con cara, pico y patas de gallinas y mas encima volando!” “Este dibujo representa a los luchadores
sociales como gallinas, pobre aves” –decía el compañero. Y es que Palito era un
muy buen dibujante de comics y había pintado combatientes de un futuro
imaginado, seres espaciales quizás de civilizaciones explotadas de otros mundos, quizás seres producidos por
manipulación genética para resolver la mano de obra barata que necesita el capitalismo.
Pero era eso: un combatiente del futuro, concebido por su imaginación lo que
molestaba, lo que lo convertía nuevamente en “palito en el poto”.
Los días
y los meses pasan raudos. Palito recobra su libertad y en el penal enfrentamos
la tremenda división que generó el proyectos de Leyes Cumplidos. En medio de
ello la fuga exitosa organizada por el PC desde la Galería 6 a la que alcanzan
a sumarse compañeros del FPMR autónomo y del MIR una vez que se fugara el grupo
central del PC y del FPMR del PC involucrados en su construcción. Meses más
tarde, la fuga o rescate protagonizada por militantes del Lautaro, la delación
del lugar donde se refugia Antoniolleti y su asesinato, más tarde la Huelga
Larga que protagonizamos los miristas y FPMR autónomo oponiéndonos a las Leyes
Cumplido.
No recuerdo
muy bien, pero debe haber sido alrededor del día 40 de esa huelga, en que
regresó como visita José Miguel Martínez para convencerme que me bajara de
ella, que el frente se había reestructurado, que estaba operando y personalmente
me pedía que no me sacrificara, que no arriesgáramos nuestras vidas. Fue una
conversación emotiva, de compañeros, en la que le aseguré que llegaríamos hasta
donde el colectivo y la dirección de la huelga decidieran. Se fue molesto y ya no supimos de él hasta que
fue nuevamente encarcelado y volvimos a conversar, esta vez a través de las
famosas calugas de papel muy doblado que eran la forma de comunicarnos entre presos
de distintos penales.
Lo habían
enviado a la Penitenciaria donde se estaban agrupando a los presos caídos bajo “democracia”.
Fue Palito quien me solicitó que le
escribiera respecto a como comportarse frente a los presos comunes, pidiéndome una
descripción de cómo eran ellos, que podían hacer, como comportarse. Y fue asi
como nació mi primer libro: Haceldama- Campo de Sangre que retrata la vida en
Penitenciaria, las costumbres, usos, leyendas, mitos, organización de los
presos comunes y sus luchas internas, novela en la que inserté el intento de
fuga realizado por presos del MIR que culminó con la muerte de Victor Zuñiga
Arellano.
Luego
salí en libertad y poco tiempo después me llamó Palito para que fuera a verlo.
Fue una visita rara en que insistía una y otra vez en que le relatara detalles
mas íntimos del intento de fuga del grupo de mirista relatado en el libro. No
sabia, no podía saber que ellos estaban preparando el intento de fuga en la que
Palito y otros compañeros encontrarían
la muerte. Solo al final de la visita me abrazo fuertemente, casi diciéndome en
ese abrazo que era posible que ya no nos viéramos más.
En un
día como hoy, se realizó la operación “Victor
Zuñiga se libera” como la habían bautizado. Pedro Ortiz Montenegro, el único que portaba un arma de bajo calibre, había
asumido la responsabilidad de cubrir la huida de sus compañeros. Fue el primero
en caer herido bajo las balas de Gendarmería. Su Hermano Patricio regresó para
ayudarlo, siendo también herido y dado por muerto. Mauricio Gómez Lira y José
Miguel Martínez Alvarado, ya heridos, corrieron a ocultarse en el antejardín de
una casa, donde fueron alcanzados y brutalmente rematados en el suelo. Solo
Pablo Muñoz y Patricio Ortiz son capturados, en tanto que Francisco Díaz
Trujillo (asesinado después en 1996 por Carabineros en la Comuna de El Bosque),
Manuel Venegas y Luis Moreno pudieron romper el cerco
policial y escapar.
El cielo de octubre se había oscurecido con la sangre de Pedro, José Miguel y Mauricio. Fiel a su teorema de que en la lucha había que dar no solo un momento, sino que todos los momentos, José Miguel Martínez nos dejo para entrar en la historia convertido en ejemplo.
El cielo de octubre se había oscurecido con la sangre de Pedro, José Miguel y Mauricio. Fiel a su teorema de que en la lucha había que dar no solo un momento, sino que todos los momentos, José Miguel Martínez nos dejo para entrar en la historia convertido en ejemplo.
Comparto
con ustedes este poema dedicado a José Miguel Martínez, escrito en ocasión de
conmemorarse un año de su muerte y leído en el programa "Entre Barrancas y
Caminos" de la radio popular Cerro Navia.
Dijiste: ¡Ya no más!
ni media, ni una hora más.
Que no dabas la vida en un instante
sino que toda la vida, constante.
Y luego solo vimos
aves carroñeras ensuciando tu aire,
un trozo de muro acribillado,
un torso,
una brizna de hierba que acudió a tu agonía.
No saben los cancerberos
que al destruir tu corazón
una catedral de luz destruyeron.
Grande - como tus anhelos.
Intensa - como tu vida terrena y de combate.
Y a nosotros nos asalta
desde ayer tu sonrisa de hombre-niño
de Palito cotidiano y nuestro
de mago matemático para quien
la vida fue el punto centro
y en la ecuación, el seno fue siempre Pueblo.
Ay José Miguel Martínez rodriguista
dibujante apresurado de la vida
trazador de sólida
clara y nítida línea.
Ay amigo hermano, déjame contarte
que desde los muros inconclusos que pintaste
siguen saliendo rodrigos y tamaras
y zapatos libres y cuadernos repletos
de colores, matices y sueños.
Déjame contarte en esta hora homenaje
que están presentes todos los colores
que tanto amaste
Vienen
Venimos
a tu luz y no a tu sombra
los verdes, los azules propios
los rojinegro
los mestizos
los más constantes
Y ahora que la mortaja
ya no puede contenerte
repartido en semilla
esperanza, fibra, estandarte
vuelves
vuelves del enemigo escapado
convertido en barricada, canto, combate.
Déjame decirte
José Miguel contarte
que al fin hermano
hermano
lo lograste.