Quisiera saludar en primer termino a quienes asisten hoy a este encuentro organizado por Convergencia Estudiantil Santiago, que nos convoca a reflexionar, discutir y recoger el legado de dos grandes de la historia (con mayúscula) latinoamericana. Dos revolucionarios presentes de manera permanente y continua en las luchas de nuestros pueblos. De manera especial, saludar el esfuerzo que hace una franja importante de nuestro pueblo, entre ellos los estudiantes, particularmente secundarios, mapuches, pescadores artesanales, temporeros, juventud popular revolucionaria, entre otros sectores hoy en día movilizados que intentan construir un camino propio de lucha independiente de los caminos que hoy imponen las clases dominantes al que arrastran a otros sectores sociales y políticos que prefieren seguir luchando por reformas dentro del sistema y que no se plantean la lucha por la trasformación revolucionaria de la sociedad.
Agradezco
profundamente la invitación que me han hecho de poder participar de este
debate, y en este espacio y con ustedes, alumnos de esta universidad que no
hace mucho debieron enfrentar la agresión y represión de fuerzas especiales de
carabineros, quienes azuzados por los cavernarios hoy instalados en el
gobierno, trataron de acallar la voz clara de estudiantes que señalan con tanta
energía que la educación no se vende, sino que se defiende.
Quisiera
saludar también a quien me acompaña en esta mesa, Manuel Cabieses, director de
Punto Final con quien me unen ese tipo de lazos que en palabras del Che “no se
pueden romper”, lazos generados no porque hayamos compartido militancia en el
MIR, sino porque enfrentamos juntos un periodo de lucha contra la dictadura
en clandestinidad, impulsando
la lucha de la resistencia popular,
el accionar político militar y la lucha miliciana, cuando muchos de los
que hoy se arrogan haber aportado al termino de la dictadura, estaban en el
exilio o en sus casas silenciosos y
paralizados por el miedo, esperando de manera oportunista mejores momentos y
condiciones para montarse luego, como lo hicieron, sobre los hombros del pueblo
combatiente, el pueblo de las barricadas, para negociar e instalar el abyecto
sistema que no trajo ni justicia, ni alegría y que hoy las luchas populares
comienzan a resquebrajar y a generarle importantes fisuras.
Compañeras
y compañeros:
Podríamos
estar horas y días enteros hablando del Che, de Miguel, de sus ideas, de sus
trayectorias, de sus acciones, del papel que ambos jugaron en una época
histórica caracterizada por el avance de la lucha de los pueblos a escala
mundial y del inicio de la contraofensiva del imperio y de las burguesías nativas para frenar tal avance, para
recomponer su sistema de dominación e instalar el sistema de sociedad y de
relaciones de dominación a escala internacional y local, que ustedes tan bien
conocen. De ambos dirigentes se han escrito toneladas de artículos, centenares
de libros, se han hecho películas, videos, obras de arte rescatando sus legados
en una lucha constante contra los intentos de las clases dominantes por
tergiversar, ocultar, falsificar y reducir al máximo el ejemplo de ellos.
¿Qué hace
que este Guevara, este Enríquez renazcan una y mil veces?
¿Qué hace
que hoy mismo ustedes acudan a sus ideas y legado, a 45 años del asesinato del
Ché en la escuelita de La Higuera a donde había sido trasladado, luego que fuera capturado herido y con sus
armas destruidas tras la emboscada sufrida por la guerrilla en la quebrada del
Yuro, a 39 años de la caída en combate de Miguel Enríquez en calle Santa Fé,
enfrentando el cerco de los agentes de la DINA que buscaban prioritariamente a
este dirigente que se negaba a salir del país, que llamaba a desarrollar la
Resistencia Popular contra la dictadura, que con toda claridad decía que en
esta la lucha se nos puede ir la vida pero la continuaremos hasta la victoria
final?
Son muchos
los revolucionarios destacados en el mundo, en Latinoamérica, en Chile. Hombres
y mujeres que aportaron ideas, acciones, programas, que enfrentaron uno y mil
problemas que la lucha presenta: Lenin, Trotsky, Ho chi Minh, Roxa Luxemburgo,
Sandino, Santucho y tantos otros que responden a esa clara definición que
alguna vez nos ofreciera Fidel Castro diciendo: lo que distingue a un
revolucionario de quien no lo es, es que este ultimo se suma a la lucha cuando
todas las condiciones están dadas, el revolucionario en cambio trabaja dura,
ardua y pacientemente por crear dichas
condiciones y asegurar la victoria. Y de esa estatura eran tanto el Ché como
Miguel.
El Ché
sumándose a un proyecto revolucionario en México gestado por quienes venían de
ser derrotados en su primer intento en el Cuartel Moncada, embarcándose en el
Granma a luchar en un país desconocido, sobreviviendo a duras penas en un
desembarco catastrófico para las fuerzas rebeldes, abandonando su maletín de
medico para salvar armas y municiones apostando a un futuro incierto, apostando
a la lucha frontal, desplegando toda su energía para generar las fuerzas y
condiciones que permitieran la toma del poder. Un argentino que en base a
esfuerzo y sacrificio alcanza grados de comandante, de Ministro, que asume
tareas vitales para la revolución cubana obligándose el mismo a crecer, a
estudiar, a formarse para estar a las alturas de cada desafío. Que escribe,
polemiza, que no tiene empacho en criticar y enfrentar los dogmas instalados en
la izquierda y las corrientes marxistas de la época, que desafía los manuales
de economía política, que aporta en temas militares y en la reconstrucción
histórica de la lucha guerrillera, que explora el rol del hombre en el
socialismo con sus tesis sobre el hombre nuevo,que enfrenta duramente al
imperio en todos los foros, que rechaza con indignación la política de la Unión
Soviética y de China respecto a Viet Nam y que desarrolla una visión
estratégica de la lucha a escala mundial y se juega por entero en esa
dirección.
Que nos
dice el Ché que podemos recoger hoy día:
Señala en
“Táctica y Estrategia de la Revolución Latinoamericana:
“En las actuales condiciones históricas de América Latina, la
burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antiimperialista.
La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus
intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz
de enfrentarse a este, paralizada por el miedo a la revolución social y
asustada por el clamor de las masas explotadas.”
“La
lucha por el poder es el objetivo estratégico sine qua
non de las fuerzas revolucionarias y todo debe estar supeditado a esta gran
consigna” “frente a la decisión de
alcanzar sistemas sociales más justos en América, debe pensarse
fundamentalmente en la lucha armada. Existe, sin embargo, alguna posibilidad de
transito pacífico…” “Recuérdese nuestra insistencia: transito pacífico no es
logro de un poder formal en elecciones o mediante movimientos de opinión
pública sin combate directo, sino la instauración del poder socialista, con
todos sus atributos, sin el uso de la lucha armada...”
En su lectura de la Segunda
Declaracion de la Habana realizada en la ONU señala:
” Frente a esta táctica y estrategia
continentales, se lanzan algunas formulas limitadas: luchas electorales de
menor cuantía, algún avance electoral, por aquí; dos diputados, un senador,
cuatro alcaldías; una gran manifestación popular que es disuelta a tiros; una
elección que se pierde por menos votos que la anterior; una huelga que se gana,
diez que se pierden; un paso que se avanza, diez que se retroceden; una
victoria sectorial por aquí, diez derrotas por allá. Y, en el momento preciso,
se cambian las reglas del juego y hay que volver a empezar.
¿Por qué estos planteamientos? ¿Por
qué esta dilapidación de las energías populares? Por una sola razón. En las
fuerzas progresistas de algunos países de América existe una confusión terrible
entre objetivos tácticos y estratégicos; en pequeñas posiciones tácticas se ha
querido ver grandes objetivos estratégicos. Hay que atribuir a la inteligencia
de la reacción el que haya logrado hacer de estas mínimas posiciones defensivas
el objetivo fundamental de su enemigo de clase.
En los lugares donde ocurren estas
equivocaciones tan graves, el pueblo apronta sus legiones año tras año para
conquistas que le cuestan inmensos sacrificios y que no tienen el más mínimo
valor. Son pequeñas colinas dominadas por el fuego de la artillería enemiga. La
colina parlamento, la colina legalidad, la colina huelga económica legal, la
colina aumento de salarios, la colina constitución burguesa, la colina
liberación de un héroe popular... Y lo peor de todo es que para ganar estar
posiciones hay que intervenir en el juego político del estado burgués y para
lograr el permiso de actuar en este peligroso juego, hay que demostrar que se
puede estar dentro de la legalidad burguesa. Hay que demostrar que se es bueno,
que no se es peligroso, que no se le ocurrirá a nadie asaltar cuarteles, ni
trenes, ni destruir puentes, ni ajusticiar esbirros, ni torturadores, ni
alzarse en las montañas, ni levantar con puño fuerte y definitivo la única y
violenta afirmación de América: la lucha final por su redención.
¿Que
nos dice el Ché como estrategia frente al imperialismo, en su Mensaje a la Tricontinental,
cuando ya esta en tierra boliviana encarnando su propuesta?
Es
absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el
esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente
de liberarse en forma pacífica. Para nosotros está clara la solución de esta
interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la
lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello, de
lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas
callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales
pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres
días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga,
cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades,
en las casas de los combatientes –donde la represión irá buscando víctimas
fáciles entre sus familiares– en la población campesina masacrada, en las
aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.
Nos
empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a
emprenderla.
Sinteticemos
así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la
eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados
Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los
pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera
de su terreno: liquidándole sus bases de sustentación, que son sus territorios
dependientes.
Eso
significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que
nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por
temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única
esperanza de victoria.
Toda
nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la
unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados
Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte,
bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un
oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros
hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de
ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.
Miguel Enríquez pertenece a una
generación influida fuertemente por la Revolución Cubana y por el pensamiento
de Ché, generación que se plantea para Chile el problema de la lucha por el
poder criticando fuertemente las concepciones políticas reformistas
predominantes tanto de caracterización de la formación social chilena, como de
la estrategia a desarrollar, las alianzas y los métodos de lucha, siendo parte de uno de los grupos políticos
que confluyen en 1965 a la fundación del MIR Chileno, que señala en su
declaración de principios: “..la
finalidad del MIR es el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo
por un gobierno de obreros y campesinos, dirigidos por órganos de poder
proletarios, cuya tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado para llegar a una
sociedad sin clases. La destrucción del capitalismo implica un enfrentamiento
revolucionario de clases antagónicas. Rechazamos la teoría de las etapas que establece
equivocadamente que primero hay que esperar una etapa democrática burguesa,
dirigida por la burguesía industrial antes que el proletariado tome el poder.”
La organización fundada sin
embargo, sobre la base de diversos grupos que asumían concepciones estratégicas
y orgánicas diversas, no logra homogeneidad ni un gran desarrollo hasta que
Miguel asume su conducción en 1967 iniciando un periodo de enfrentamiento de
los problemas de definir una línea estratégica, desde su concepción
insurreccional inicial, a una concepción foquista posterior y finalmente a la
concepción de una estrategia de guerra del pueblo. Consecuentemente con lo
anterior, se define una línea de construcción orgánica basada en los GPM y en
el desarrollo de estructuras especializadas y de carácter profesional para
asumir diferentes tareas de masas, militares, de aseguramiento, de propaganda.
Numerosos son los documentos políticos que respaldan estas definiciones,
enfrentando en paralelo las discusión de la táctica especifica a desarrollar,
en el marco de un ascenso sostenido de las luchas populares, y frente a la
alternativa de materializar su programa militar. Tal discusión, grupo operativo
o acción directa de masas, se resuelve por el impulso de esta ultima línea que
se traduce en el impulso y desarrollo de frentes intermedios y de acciones de
masas en pobladores, estudiantes, campesinos principalmente.
No es este el espacio para
relatar la historia del MIR en esos años, solo señalar que inaugurado el
periodo prerrevolucionario y el ascenso al Gobierno de Allende, agudizadas las
contradicciones al máximo con la burguesía y el imperialismo, así como también
con la conducción reformista, Miguel
conduce a un partido que tiene presencia nacional, que impulsa una política de
desarrollo de órganos de poder y una línea independiente de las masas y que
lucha por buscar una salida a la crisis nacional y al agotamiento de la
estrategia reformista ya a mediado de 1973.
Dos intervenciones de Miguel
Enríquez sirven para sintetizar su pensamiento en coyunturas concretas:
En 1972 hablando en un foro
organizado por trabajadores del diario El Clarín señalaba después de describir
las funciones de coerción y represión del Estado burgués como instrumento de
dominación de las clases dominantes: “… al interior del aparto del Estado, en
su cúspide se instalo una fuerza social, un frente político que no representa
los intereses de las clases dominantes y, al contrario, tiene fundamentales
contradicciones con ellas. El resto del sistema, eso si, siguió establecido para
lo que fue había sido construido y sigue funcionando. Para el resto de los
componentes del aparato del estado, la norma de conducta siguió siendo la norma
de conducta del aparato del estado capitalista.
¿Cuál es la particular tarea que los
revolucionarios debíamos y debemos proponernos?
Fundaméntenme desarrollar la
política concreta que hace madurar un periodo pre-revolucionario a una
situación revolucionaria y que luchara teniendo como eje fundamental la
conquista del poder”…y agrega posteriormente. “… No se trata de ir conquistando
el poder a pedazos, como quien corta un salchichón a pedazos, y cada pedazo que
se va ganando es una supuesta cuota de poder….por esa via, y caricaturizando,
podríamos decir que cuando Recabarren era diputado, ya había una cuota de poder
en manos del proletariado…”
En 1973 hablando en el teatro
Caupolicán señala:
"Dos tácticas se ofrecen a la
clase obrera y el pueblo. Una, que establece que no es posible profundizar la
ofensiva popular, pues encendería de inmediato el enfrentamiento, que es
necesario ganar tiempo, se mantiene al interior de la institucionalidad
burguesa a la que no deja de criticar, pero no da salida alternativa a esta, se
abre al dialogo con sectores del campo contrario, el que solo puede construir
devolviendo empresas y haciendo concesiones.
Esta táctica esta condenada al
fracaso, porque buscando aliados en el campo contrario los pierde en el campo
propio.
La otra táctica es la táctica
de los revolucionarios, la que ha puesto en práctica la clase obrera y el
pueblo en las semanas recientes.
La táctica de los
revolucionarios consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en
fábricas, fundos y distribuidoras.
No devolver las grandes
empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo dirección obrera,
imponiendo en la pequeña y mediana industria el control obrero.
Desarrollando la fuerza de los
trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo el poder
popular en los comandos comunales, en los comités de defensa, multiplicando y
extendiendo la ofensiva popular incorporando a ella a los pobladores,
campesinos, estudiantes, extendiendo la movilización a todo el país…”
Compañeras y compañeros
Evidentemente la reseña y los textos que me he permitido
presentar, son solo aspectos muy parciales del aporte y practica de ambos
revolucionarios.
Sin embargo, nos queda aun la pregunta en el aire: ¿Por qué
Miguel, porque el Ché trascienden y a pesar de todos los intentos por matarlos
físicamente, por matar sus ideas, por convertirlos en iconos vacios, en
imágenes de rebeldía, de audacia, de aventurerismo, despojándolos de su
pensamiento filosófico, político, económico, de sus aportes al marxismo, sus
capacidades de organizadores, de dirigentes de masas, sobretodo ocultando sus
concepciones de estrategia política, aun así ellos trascienden. A pesar de toda
el agua que ha pasado bajo los puentes, de caída de los regímenes de socialismo
real, de desplome del muro, del ridículo fin de la historia decretado, aquí
están nuevamente de vuelta.
A pesar de las nuevas derrotas del campo popular, de tantas
traiciones sufridas de parte de quienes solo hasta ayer se decían continuadores
de Miguel y proclamaban “seamos como el Ché”, mismos hoy instalados en
coaliciones de gobiernos, en universidades, en ONG y que hoy solo concurren a
la población, al campo o al taller laboral para pedir el voto, presentándose
como única alternativa a los burgueses cuando su practica e intereses en nada
los distingue ya de ellos.
A pesar del tiempo, de la distancia, de estos inconsecuentes y de
la burguesía que dictaminó sus muertes, el Ché, Miguel, abandonan sus tumbas,
sus memoriales, sus criptas y mausoleos donde fueron sepultados como pasado
heroico, como habitantes de la memoria para estar vivos en la marcha de los
jóvenes estudiantes, para encender la barricada, prestos a encapucharse, se
suben al bote del pescador artesanal que se enfrenta a los grandes buques
factorías, caminan silenciosos junto a los miembros de los órganos de defensa
de los peñis allá en el sur lluvioso, se desplazan calmadamente apoyando a los
compañeros que van a funar y a pintar los automóviles de los patrones que se
roban el agua de las comunidades, caminan por los techos del liceo tomado por
el Dario Rebelde, levantan antenas junto a quienes hacen radios populares, se
instalan a la mesa de sonido rapeando junto a los Lumpen Crew, acompañan a la
ACES en su ocupación del SERVEL, juntan fuerzas junto a los temporeros que
preparan su paro sectorail.
Podemos entonces ahora, respondernos la pregunta sobre porque
están vigentes ambos, porque entre multitudes surgen siempre sus rostros
desafiantes. Y responderemos con palabras del lenguaje de ustedes, ese lenguaje
que sin rodeos va a la dura:
Porque siempre dieron la cara. Porque no eran “hechizos” ni de
cartón, ni revolucionarios de pasarelas que tan comunes son en estos pagos,
porque miraban la realidad y no buscaban salidas fáciles ni cómodas, porque
llamaban pan al pan y vino al vino y por eso ambos desnudaron que la lucha
revolucionaria verdadera es la lucha por el poder, porque no vacilaron en
señalar con toda claridad que para aspirar a cambiar la sociedad no bastaba con
intenciones ni votos, que se debía construir organización, fuerza social y
militar para derrotar al sostén principal del poder burgués, porque asumieron
las primeras líneas en todas las tareas, porque condujeron al pueblo en sus
luchas y en las derrotas no corrieron a cobijarse en embajadas, ni abandonaron
la lucha para volverse médicos, funcionarios del estado, miembros de ONG,
comentaristas políticos, o repulsivos renovados. Dieron cara, asumieron con
acciones sus palabras, dieron lecciones de ética y moral revolucionaria a
generaciones enteras.
Coherencia, consecuencia. Ética. Eso es lo que los hace trascender
y enamorar de sus figuras y ejemplos a las nuevas generaciones asqueadas de
tanto charlatanes, demagogos y patéticos ex revolucionarios que solo se
lamentan como victimas e inventan neos reformismos.
Miguel Enríquez escribía poco después del golpe: "Sabemos que en
esta lucha podemos perder la vida, pero la continuaremos hasta la victoria
final". Es el mismo sentido de la carta de despedida del Ché a Fidel: “Un día pasaron preguntando a quién se debía
avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos.
Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si
es verdadera)".
Quisiera terminar esta intervención con un poema, de Gonzalo Rojas
quien ya partió:
Cifrado en octubre
Y no te atormentes pensando
que la
cosa pudo haber sido de otro modo,
que un hombre como Miguel,
y ya sabes a cuál Miguel me refiero,
a qué Miguel único,
la mañana del Sábado cinco de Octubre,
a qué Miguel tan terrestre
a los treinta de ser y combatir,
a qué valiente tan increíble con la juventud de los héroes.
Son los peores días, tú ves,
los más amargos, aquellos
sobre los cuales no querremos volver,
Avísales a todos
que Miguel estuvo más alto que nunca,
que nos dijo adelante cuando la ráfaga escribió su nombre en las estrellas, que cayó de pié como vivió, rápidamente, que apostó su corazón al peligro clandestino, que así como nunca tuvo miedo supo morir en octubre de la única manera luminosa. Y no te atormentes pensando,
diles eso,
que anoche lo echaron al corral de la morgue,
que no sabemos gran cosa,
que ya no lo veremos
hasta
después.
Gracias compañeros. ¡Solo la lucha
nos hará libres!
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