Como velo suave, caía la llovizna
mojando las piruetas que para ella dibujaba.
Ruedas de carreta, para que sus ojos me regalara,
camino sobre manos, para ver su risa clara.
Roberto, que ya se fue para siempre,
reía oteando si su visillo se movía.
mi amigo, amigo, también la quería.
Días de sol, correteando mariposas,
pequeños garinchas de pelotas descosidas,
y la fabrica, corazón de la población protegiendo
la alegre inocencia de vida simple viviendo.
Nadie nos advirtió que venía la hecatombe,
del choque entre el sueño y el verdadero hombre.
Nadie dijo que no habría más ruedas de carreta,
que lapidados, colgados, asesinados por bayonetas
que mil traiciones, arrancarían del alma la inocencia.
Hoy como suave velo otra vez la lluvia cae
sobre Luciano mi niño, su bicicleta y sus piruetas.
Nada sabe de Arcadia devorada por los buitres,
ni conoce aún los ciento diecinueve nombres.
(Yo no puedo reír
en esta paz de sepulcros y nuevos señores)
Un murmullo sordo, feroz y lleno de cicatrices
se arrastra por las calles polvorientas de la población,
rebotando entre pehuenes, caletas, cansado de privación.
Cuidado mi niño, los lobos ahí están
enormes sonrisas sus garras cubrirán.
Pequeño mi niño, disfruta tu sueño mejor,
Es mentira que los hombres y mujeres
hermanos son.
Armado de ternura, con ojos escrutadores serás
Niño, mi niño, que triste, la guerra también veras