viernes, 8 de julio de 2011

LA CRISIS SE PROFUNDIZA: AMENAZAS Y PERSPECTIVAS (ALMA NEGRA)

Las últimas semanas las calles y plazas del país han sido sacudidas por ráfagas huracanadas del movimiento popular. En la capital como en el más modesto caserío o pueblo, ha comenzado a reventar toda la presión acumulada durante años de dominación por la fuerza de las armas o por el engaño, la demagogia o el chantaje explicito de lo “realista” o de lo “posible”.
En una seguidilla de acciones, las masas populares han tomado la iniciativa y han avanzado cuestionando elementos claves de la dominación a partir de luchas reivindicativas que no son absorbibles por el actual modelo ni en lo político ni en lo económico. Como lo hemos expresado en posteos anteriores la posibilidad de abrir un nuevo periodo de alza de la lucha de masas se está concretando y por primera vez en los últimos veinte años se esta generando una crisis política de envergadura, una fractura en el sistema de dominación cuyas dimensiones son aún insospechadas.

El gobierno, los politicastros de cuello y corbata, los asesores y voceros parecen no entender lo que esta sucediendo y siguen hablando el mismo lenguaje que ya nadie escucha. Se ha abierto un abismo entre “los representantes políticos” y las fuerzas populares de distinto tipo, que si bien existía anteriormente, hoy es explicito en tal magnitud que han fracasado todas las estrategias comunicacionales levantadas desde esa clase política para confundir, seducir, engañar o distraer la atención de esas fuerzas sociales y políticas en pugna. En paralelo, lejos de bajar o atenuarse las movilizaciones populares, estas continúan, se diversifican, se multiplican en formas de luchas, surgen contradicciones en el seno del movimiento popular que son debatidos en espacios asamblearios, reapareciendo con fuerza “el fantasma de Chile”: el poder popular.

Veamos algunos aspectos de la crisis:

El rechazo al Gobierno de Derecha de más de un 60% de la población, según encuesta reciente, que señala al mismo tiempo el rechazo a la Concertación en un 68%. (Lo que en el actual sistema político binominal genera una crisis mayúscula de rechazo a los dos conglomerados legalmente aceptados en el escenario político institucional).

La carta del ex presidente de la Democracia Cristiana Francisco Huenchumilla en que reconoce que se está incubando una grave crisis social y política, el agotamiento de la credibilidad y los múltiples focos de conflictividad social.

La “quitada” de piso en la CONFECH a la representante del PC, Camila Vallejo y la critica generalizada en el espacio estudiantil y de trabajadores a los dirigentes que no expresan la voluntad de las bases, lo que ha llevado a una fuerte discusión entre la concepción del dirigente y la concepción del “ dirigente mandatado por asamblea en democracia directa”.

La mantención de las movilizaciones masivas de estudiantes y el rechazo sistemático a las propuestas surgidas desde el Gobierno y desde diversos actores del poder legislativo, y las perspectivas a corto plazo de movilizaciones de trabajadores portuarios y del cobre, lo que agudizará aún mas la crisis, a lo que se agrega las numerosas movilizaciones de carácter regional, local, comunal que se han estado viviendo por otras reivindicaciones y luchas especificas: el agua, las antenas de celulares, los embalses, los proyectos energéticos, los deudores habitacionales, la crisis en el sistema financiero y el retail generada por La Polar, entre otras muchas luchas locales y sectoriales. Mas allá del espontaneismo, de las expresiones individualistas de descontento, rabia acumulada, frustración y desesperación de algunos sectores que pierden de vista el tremendo logro de la masividad y del carácter de la lucha actual, comienza a imponerse desde las bases, desde las asambleas la necesidad de acumular fuerzas hacia el territorio articulándose con otros actores sociales, uniéndose o coordinándose para potenciar las luchas, “prestándose ropa”, apoyos políticos y materiales, surge la certeza de que esa acumulación es al interior de las organizaciones sociales delineando plataformas de luchas, mejorando las comunicaciones, la participación y toma de decisión democrática, perfeccionando los métodos de lucha con más planificación, diversificando formas, incorporando autodefensa y resguardo contra sapos y agentes represivos encubiertos, proyectando escenarios posibles en las luchas para no caer en el esponteismo sino darle una perspectiva de mas largo plazo entendiendo que aun existe mucha fuerza social que no ha sido acumulada, muchos actores que ven con simpatía las luchas pero que aun tienen miedo, muchos que aún no confían en las fuerzas propias manteniendo la inercia de tantos años de dominación y que solo ven soluciones posibles en el marco del actual sistema político y que dudan de la posibilidad de ponerlo en jaque y generar su crisis definitiva.

Y es esta última afirmación la que encierra las amenazas que se ciernen sobre el campo popular en la coyuntura:

El hecho de que el movimiento popular haya comenzado a luchar masivamente no significa que los poderosos hayan perdido un ápice de su poder. Solo expresa que la fuerza del campo popular comienza ha articularse, a buscar unidad social, a expresar demandas reivindicativas que no pueden ser resueltas bajo el actual sistema. Es un punto de inflexión respecto a muchos años de luchas esporádicas y episódicas, de atomización y fragmentación. Pero aún existe mucho paño que cortar:

Las clases dominantes mantienen incólume su poder económico y militar. El Estado no presenta fracturas, y a pesar de las pugnas entre los representantes políticos, los grupos económicos mantienen su cohesión, mismo los diversos aparatos de dominación entre ellos poder judicial, fuerzas armadas, poder legislativo, iglesias, medios de comunicación, etc. Es cierto que frente a la coyuntura han perdido iniciativa porque la lucha actual ha estado centrada en enfrentar al Gobierno, por lo que es de esperar la reacción de la dominación a corto y mediano plazo frente a la ofensiva popular en desarrollo.

Mas allá del escenario puntual, el tema de la lucha de poder se comienza a instalar y en ese sentido las clases dominantes tienen fuerzas y diversas posibilidades estratégicas para luchar por mantener su dominio: desde las legales en el campo eleccionario (está claro que la carta de Michel Bachelet se asoma como posibilidad para resituar una gobernabilidad que se escapa de las manos) sin descartar opciones bonapartistas, aventuras golpistas o gobiernos de unidad nacional que surjan desde pactos espurios en que la socialdemocracia y el reformismo obrero ingresen subordinados pretendiendo con ello mostrar avances significativos del campo popular.

Para el movimiento popular, las amenazas provienen de su propia debilidad orgánica y precariedad. Ya hemos asistido en los años 80´ al proceso en que se montan sobre sus espaldas y sus luchas dirigentes y conducciones políticas que en base al “realismo” a “la política de lo posible”, a la “política de los consensos” y al propio desgaste generado por la lucha, terminan subordinando a las masas a los intereses de las clases dominantes.

De allí que sea necesario acrecentar la democracia directa en el campo popular, barrer con los “dirigentes” que negocian a espaldas de sus bases y en beneficio de sus miserables intereses personales, ampliar las alianzas sociales y construir fuertes organizaciones en la base, en el territorio, en el sector. Clave en este proceso de acumulación de fuerzas es la clase obrera: el desarrollo de organización, el barrer con la burocracia, el sacar la lucha por las chauchas que incorpora el pliego que serán escamoteadas simplemente por el alza del IPC y retomar el papel histórico jugado en otras épocas, dado su extensión, capacidad y el rol determinante que juegan en el sistema económico como generadores de la plusvalía.

Para los revolucionarios, las exigencias no son menores: enfrentar tres problemas que no ha sido posible superar en estas dos últimas décadas:
Estar insertos y ser parte constituyente del movimiento popular saliendo de los reducidos espacios de la conspiración y la reunión interna, del colectivo o el grupo cultural, asumiendo de una vez por todas que el protagonista esencial de un proceso revolucionario son las masas y no los aparatos orgánicos, ni el panfleto, ni la declaración, ni la consultoría.
Avanzar en procesos de coordinación o unidad más que en la declaración, en la práctica concreta de la lucha de masas o el desarrollo de proyectos estratégicos. En este sentido, el desarrollar coordinadoras sociales de masas permite que los revolucionarios más allá de levantar la imagen, el símbolo, la bandera o la declaración, frente a las asambleas y las bases defiendan los intereses de las masas, se jueguen impulsando las luchas, ganen prestigio y respeto por su conducta concreta en la lucha y se encuentren codo a codo con otras organizaciones revolucionarias forjando unidad desde la base, desde la lucha, desde el quehacer concreto.
Finalmente, para todos los revolucionarios se presenta el problema estratégico del proyecto que sustentan a largo plazo con las movilizaciones abiertas de masas. Pareciera una paradoja, pero en muchos compañeros existe la visión de que asumir la lucha abierta de masas es “quemarse”, “regalarse al enemigo” (por la existencia de los medios técnicos que tiene la represión de encuadrar trabajo, de individualizar, de infiltrar, de montar provocaciones, etc.) por lo que asoman visiones aparatistas, conspirativas, que ven a las masas como “ayudistas” de los protagonistas y no como los sujetos centrales del proceso de lucha. A nuestro juicio, no hay forma de eludir una contradicción que es real, que existe: se requiere una organización política revolucionaria que tenga una perspectiva estratégica de largo plazo, mas allá de la coyuntura y esta organización será siempre el objetivo a derrotar, aniquilar y aplastar por los aparatos contrainsurgentes. Pero esta organización no puede eludir el desafío: debe crecer entre las masas si quiere representar efectivamente los intereses de ella, pero al mismo tiempo protegerse. Esa contradicción de estar en las masas y al mismo tiempo protegerse de la represión, es un problema necesario a resolver si efectivamente se es consecuente con la predica de que la lucha es por los intereses de la clase obrera y el pueblo, y no por los intereses o el proyecto de unos pocos iluminados.

Quisiera terminar este posteo recordando las palabras de un grande:

“Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en forma pacífica. Para nosotros está clara la solución de esta interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello, de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes –donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares– en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.
Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla“
(Ernesto Che Guevara, Mensaje a la Tricontinental)

A mediano plazo: preparar LA HUELGA GENERAL.