La llama del movimiento estudiantil se acerca ineludiblemente al polvorín social. Ciento cincuenta mil voluntades en las calles de Santiago en día de ayer. Casi medio millón movilizados en todo el país. Cuatrocientos detenidos. Batalla campal de piedras, barricadas, vehículos incendiados. En Valparaíso las masas llegaron a metros del Congreso sitiado. En Concepción, Valdivia, Arica y La Serena la ola estremeció las bases de sustentación del poder. Cacerolazos en cada rincón del país. El movimiento sigue creciendo e incorporando a quienes sólo ayer miraban desde su individualismo y no tiene visos de detenerse: se mantiene las movilizaciones con múltiples y sorprendentes formas de lucha, se mantiene e incrementa la represión con desalojos, despliegues de caballería, nuevas y más agresivas bombas lacrimógenas lanzadas incluso desde helicópteros. El ultimátum dado por los estudiantes se cumple mañana y el gobierno insiste en sus líneas estratégicas: buscar, por una parte, la solución a la crisis en el marco de un Parlamento y una clase política caída en el absoluto descrédito y rechazada abrumadoramente por las masas, y por otra parte, intentar dividir a como de lugar las fuerzas movilizadas metiendo la vieja cuña para intentar aislar a los sectores mas duros del movimiento y negociar con quienes creen que lograrán posiciones y ventajas significativas ahora porque no confían en las fuerzas y energías de los movilizados y caen en el error de pensar que “van a perder el año escolar si no negocian ahora” (Como si los grandes capitales e intereses que se mueven tras el negocio de la educación se permitan tranquilamente las millonarias y catastróficas perdidas que ellos tendrían también en ese escenario)…y viene el paro de la CUT. (De pasadita, la maquina represiva ataca a mansalva a las comunidades mapuches usando armas de guerra, denotando el descontrol de un aparato que no ha dudado en atacar con gases lacrimógenos a habitantes de condominios que tocaban cacerolas en Santiago o campamentos como en Dichato. Los poderosos, desde sus mansiones y oficinas arrugan el ceño y pasan de la preocupación al miedo. Saben que deben defender a toda costa el modelo y el Estado que construyeron a costa de masacres, golpe de Estado y cooptación de buena parte de la izquierda que se traicionó sus principios para darles la gobernabilidad durante más de veinte años. La prostituida Democracia cristiana corre a palacio llevando proyectos de reformas políticas que permitan darle continuidad al Estado de la gran burguesía y a ellos mismos y sus socios de la Concertraición.
Las masas, en periodos álgidos como el que vivimos, aprenden en horas y días lo que en periodo de normalidad burguesa les lleva años. Por ello es que comienzan a florecer y a multiplicarse organismos de coordinación de las organizaciones sociales en numerosos territorios y localidades. Es el Poder Popular, el adversario declarado del orden y del Estado Burgues que reaparece en escena. Es embrionario, débil aún. Chillan y rasgan vestiduras los dueños del poder, su Confederación de la Producción y el Comercio, El Mercurio y los monopolios de los medios de comunicación. Poder Popular que es embrión de organización, pero también es alianza de clases, alianzas de organizaciones sociales con “ropa” verdadera y no la caricaturas de coordinaciones de grupos políticos que sustituyen a las masas y sus organizaciones reales, camino fácil de quienes ante el nivel de atomización y fragmentación de las organizaciones, prefieren renunciar a la dura tarea de ganar y convencer a los sectores más atrasados y “moverse” solo con los convencidos, convirtiendo la lucha revolucionaria en protagonismo individual pleno de adrenalina y entrega voluntaristas, pero contribuyendo escasamente a construir la fuerza social, política y revolucionaria necesaria para cambiar la correlación de fuerzas y desafiar realmente al poder de la burguesía.
Transitamos por una coyuntura histórica excepcional. A escala internacional y nacional.
Son momentos claves que definirán el rumbo de la humanidad y del país en los próximos decenios. El Imperio norteamericano devela su debilidad y caen las bolsas comerciales en el mundo entero. Europa se debate ante el abismo. De los tres motores que mueven la economía mundial sólo China mantiene la fuerza y potencia. Inglaterra se enciende en protestas y crisis, sumándose a las ya existentes en Grecia, España, Italia, Francia, Islandia. Estamos transitando por una fase que puede definir el término de la hegemonía norteamericana, que apela, con todas sus fuerzas al complejo militar industrial y a las guerras para mantener su dominio y hegemonía. La ola gigantesca de luchas sociales que recorre el mundo es la reacción de las clases explotadas, marginadas, de las clases medias y de la pequeña burguesía que ya está harta de ver como la enorme y fantástica acumulación de riquezas de la burguesía continúa en medio de la crisis, depreda y amenaza al planeta, arroja nuevas penalidades, hambrunas y guerras y que los “planes de salvataje” de las economías significan nada más y nada menos que terminar con los escasos planes sociales y recursos para los más necesitados y contradictoriamente entregar más y mas recursos para los “rescates” del gran capital financiero y especulador. Y esa ola aún no golpea a Chile.
La coyuntura en Chile es del agotamiento del sistema político.
Con grande reservas económicas, con “bonos soberanos” invertidos en diversos mercados, con el ingreso del cobre y la minería, tanto el Estado como los grupos económicos chilenos gozan aún de números azules en sus finanzas. Es la voracidad, la ambición sin límites, la acumulación exacerbada de las riquezas entre no más de cien familias y grupos económicos lo que lleva al estallido social. Es la clase media agobiada de vivir endeudada que ya no da más. Es el pueblo pobre que emerge a la vista tras el terremoto, descubriéndose a si mismo, el Chile pobre que ha sido burlado en los planes de reconstrucción, son los que viven de las tarjetas de crédito y llegando cada mes al limite de sus fuerzas, trabajando decenas de horas extras para amortiguar sus deudas, sin derecho a estar con la familia, padres y madres que deben salir a trabajar para mantener a flote el hogar apretándose cada día más el cinturón, estafados y robados impunemente por las casas comerciales, por los bancos, por las cadenas de farmacias, por las constructoras, por los patrones y sus lacayos políticos que mantienen sueldos miserables y jornadas extenuantes. La olla a presión está apunto de estallar.
Por eso se equivocan quienes creen que el actual movimiento es solo “estudiantil”.
Ciertamente partió con un pliego básico, negociable por dirigentes y representantes del estado y de los partidos políticos que creían que se trataba sólo de reivindicaciones parciales.
Desde inicios de marzo de este año, veníamos discutiendo a través de este blogs, en diferentes posteos, la apertura de un nuevo ciclo de luchas. Lo indicaban las movilizaciones de los terremoteados, de los deudores habitacionales, de los portuarios y subcontratistas de la gran minería, la huelga de hambre de los presos políticos mapuches y las luchas reivindicativas de diversos sectores sociales. Lo evidenció la multitudinaria lucha contra el proyecto Hidroaysen. Decíamos que el desarrollo y maduración de la coyuntura dependería de la capacidad de los diversos sectores sociales de coordinar las luchas, de politizarlas, del desarrollo de una visión política de más largo plazo que se enfrentara a la dominación. De la capacidad de los revolucionarios dispersos y atomizados de enfrentar al reformismo y disputar su conducción.
Y el gallito se dio al inicio de la movilización estudiantil frenando en el Confech la apresurada línea de negociación que se intentaba imponer, incorporándose al petitorio reivindicaciones de fondo, inabsorbibles por el actual Estado: contra el lucro, contra la educación de mercado y por la nacionalización del cobre. De allí el movimiento salto a un nuevo nivel que implicó también cambios orgánicos en su interior: incorporación de federaciones, cambios en la composición de la directiva del Confech, regulación de vocerís y control de los dirigentes por las bases.
Es claro que el movimiento es amplio, heterogéneo y diverso. En su interior se mueven corrientes que van desde sólo la lucha reivindicativa y la búsqueda de mejores condiciones, pasando por sectores políticamente reformistas que ligan estas luchas al proceso de acumulación proyectado a lo electoral, sectores autonomistas que sin tener proyecto estratégico proyectan luchas gremiales en una concepción de ciudadanía más que de clases, sectores anarquistas, hasta sectores revolucionarios que buscan el desarrollo de organizaciones más sólidas, acumulación estratégica de fuerzas a escala territorial y desarrollo de Poder Popular.
No obstante lo anterior, es un movimiento estudiantil que ya tiene experiencias previas. Tiene la experiencia del “mochilazo”, de los “pingüinos”. Sabe que el Estado buscará meterlos en la negociación a puerta cerrada, en las comisiones que tardaran años en generar un informe al parlamento y un proyecto de Ley que hará cambios cosméticos habiéndose ya dilapidado la fuerza y energía del movimiento inicial, desgastándolo.
Por ello es que era impresentable los intentos realizados desde el poder y desde algunos sectores reformistas por aislar al sector más radicalizado del movimiento: los secundarios, que tuvieron que apelar a la huelga de hambre para presionar y abrirse un espacio más amplio entre las fuerzas en lucha, frenando el intento divisionista, reforzado por la entrada en escena de otras fuerzas sociales que comenzaron a agruparse en el conflicto: apoderados, abuelos, pobladores caceroleando y cortando calles, sindicatos marchando y adhiriendo. En definitiva, trasladando la lucha y las fuerzas a un plano distinto del inicial.
Por ello es que la coyuntura de hoy es compleja: se abren diversos caminos y algunos de ellos llevan al pantano.
Es claro que la iniciativa sigue en manos del movimiento.
Es claro que el movimiento es diverso y deberá evitar caer en las trampas divisionistas que juega la clase política: pacíficos versus violentistas, reivindicativos versus políticos, representantes versus voceros, etc.
Es claro que bajo ningún aspecto se “perderá” el año escolar: La enorme cantidad de recursos financieros que se juegan también el Estado, las Instituciones, impedirán esa opción. Son los propios conglomerados económicos e instituciones que hoy lucran con la educación los que buscaran las salidas al problema de la continuidad en el tiempo de la lucha establecida.
Está claro que el Estado puede tomar la iniciativa, puede apelar a Estado de Emergencia y que cuenta con FFAA e instituciones que aún no entran de lleno al conflicto.
Está claro que la derecha aún no mueve su masa fascistoide y su clientela política contra el movimiento.
Está claro que el Gobierno, la derecha, la Concertación y sus aliados no tienen donde ni como acumular fuerzas hoy, y por el contrario el movimiento tiene un amplio espacio social donde acumular y sumar fuerzas: otros movimientos sociales, trabajadores públicos en general, clase obrera, pobladores, pobres del campo y la ciudad, deudores habitacionales, deudores de créditos de consumo, portuarios, etc. En general, ese pueblo que a transitado desde las promesas de “la alegría ya viene” de frustración en frustración, desencantada de los políticos de cuello y corbata, de la “justicia dentro de lo posible”, del “gobierno de los consensos”, y que respecto a la educación tienen claro que la educación de Pinochet fue la mismísima que la educación de Bachelet.
El mayor pantano a evitar es el de meter al movimiento generado en el cause de la institucionalidad y legalidad donde las clase dominantes lo quieren llevar: al escenario fuera de las calles donde se tiene la iniciativa, al escenario de las comisiones y mesas de trabajo, al escenario de lo electoral que termina por desmovilizar las fuerzas y donde se imponen los medios de difusión y propaganda que ellos controlan, amen que se apela a una masa de electores que no es precisamente la que hoy esta en las calles desafiando al poder.
Fortalecer las organizaciones. Tejer alianzas sociales. Crear coordinaciones territoriales, sumar nuevas fuerzas sociales. No perder la iniciativa ni las calles son las claves para seguir profundizando la crisis del sistema.
Para los revolucionarios, coordinarse directamente en los espacios sociales, disciplinar las fuerzas poniéndolas al servicio de las movilizaciones en autodefensa y protección entendiendo que son las masas las verdaderas protagonistas y centro de la acumulación de experiencias.
A mantener la iniciativa.
A crear más y más poder popular.
A prepararse para convertir el Paro de la CUT en Paro Nacional.