“…Nunca el hombre está vencido, su derrota
es siempre breve, un estímulo
que mueve la vocación de su guerra..” (Patricio Manns)
“...Ahora sí la historia tendrá que contar con los pobres de
América, con los explotados y vilipendiados,
que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia.
Ya se los ve por los
caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros,
para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les
ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día,
ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les pertenecen y
defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas,
sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las montañas o a lo
largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de
derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de
Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que
pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos,
los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar
las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a
que los sometieron…”
(Fragmento de la Segunda Declaración
de La Habana ,
1964)
Encabezo
este posteo con dos frases que pueden ilustrar una visión mas histórica
de los acontecimientos que estamos viviendo en el Chile actual, desde una
mirada que quiere constituirse en un mirada amplia, mas allá de los arboles que
impiden ver el bosque, mirada que tiene como punto de partida las derrotas
infringidas al movimiento popular chileno en las ultimas décadas, tanto por los
dueños del poder y sus aparatos armados, como por los reformistas del
capitalismo en sus diversas versiones progresistas e izquierdistas, que
cohabitando en el poder, instalaron el sistema que hoy esas enormes multitudes
rechazan una vez mas en las calles.
En marzo del año pasado, nos interrogábamos si
estábamos presenciando uno de los tantos brotes esporádicos de la lucha de
masas, como otros ocurridos durante los últimos decenios en Chile, o estábamos
frente a un ascenso más sostenido de las luchas populares.
Las diversas movilizaciones de sectores del
pueblo, a pesar de no tener mucha articulación ni unidad, fueron mostrando que no estábamos
frente a un fenómeno pasajero. Hidroaysen, Magallanes, Aysén, Freirina, Copiapo,
Putaendo, Constitución, la lucha por el agua, la lucha de los pescadores
artesanales, la lucha de los trabajadores de Konecta, sumándose a la legendaria
resistencia del pueblo mapuche y otras,
fueron mostrando que el movimiento de masas había llegado para instalarse.
Paralelo a ello, diversos estudios de opinión pública
comenzaron a alarmar a las clases dominantes por el rechazo abrumador y
descredito de las instituciones que la “transición a la democracia” ha
instalado en el país. La palabra “crisis”
comenzó a instalarse en los análisis de diversos sectores y a reordenar el
naipe.
Dicho de otro modo, el caudal de las aguas
movilizadas estaba y está sobrepasando las canaletas que el sistema ha
construido para aliviar la presión de los desposeídos y estos, empujado por cuestiones
vitales para su sobrevida y por las urgencias
(educación para el futuro, agua, medioambiente, tierra, viviendas,
fuentes laborales) comenzaban a
constituirse en fuerza social concreta expresándose con sus propias formas y
métodos.
Asombrados, los opinologos, comentaristas, los
dueños del poder y las riquezas junto a sus esbirros, los operadores de la
clase política, se aterran porque
entienden ya que esas masas “no le compran”. No compran que la democracia sea solo
el ritual de votar y elegir representantes, no compran la pseudo participación
en actos ordenaditos y pulcros donde solo hay que escuchar el instructivo, la
cuenta publica, el discurso demagógico, las luces de los data shows y las
promesas, ni siquiera las mesas de negociaciones.
La fuerza social se vuelca a la calle, grita,
debate, levanta asambleas, salta vallas papales, corta calles y caminos, quema
neumáticos, levanta todo tipo de banderas, se encapucha, avanza y expone
razones cuando se les deja y se enfrenta cuando se les reprime.
Desordenan, bailan, portan carteles
insultantes, se mofan del poder, lo insultan, lo desprecian, lo desafían. Son
un mal ejemplo para el resto del rebaño que aun sigue sumiso pero que ya se
pone nervioso. Ya el año pasado la actitud de los “sopaipillas” en las
movilizaciones y en sus declaraciones presagiaba ese despertar del sueño
embrutecedor, graficando una determinación nueva que comenzó a dibujarse en lo
ancho y largo de todas las movilizaciones: estaba y esta surgiendo una nueva
conciencia (¿o vieja?) de la necesidad de luchar contra todo el sistema y no
solo por migajas en una negociación.
Claramente a mitad del año pasado ya estaba
claro al menos dos líneas gruesas establecidas en todos los sectores sociales movilizados:
quienes buscaban la negociación y salir de ellas con “algo” en las manos, y
quienes estaban dispuestos a seguir luchando ampliando alianzas sociales,
buscando crear popular, proyectando la lucha al escenario político más grande.
Es el momento en que el poder lanza sus
ofensivas: garrote represivo y zanahoria negociadora llena de promesas, algunas
de las cuales serán cumplidas mínimamente para descomprimir la tensión social.
Al finalizar el año, el poder apostaba al
desgate, a que había logrado frenar el ímpetu movilizador de estos sectores
sociales. Apostaba a que las campañas electorales volverían a arrastrar a las
masas movilizadas a esas canaletas impuestas, o al menos a cambiar el escenario
político.
Sin renunciar a su condición de guardián del
sistema, preparó nuevas leyes represivas, nueva política de seguridad nacional,
se apertrechó de modernas maquinas e implementos represivos para enfrentar con
nuevos instrumentos legales y materiales a este movimiento de masas, ovejas
negras descarriadas que están desordenando el rebaño.
Los progresistas y reformistas de diversos
cuños sacaban cuentas alegres: unos porque entendían que su presencia en las
luchas reivindicativas podían traducirse en votos y candidatos electos para
ingresar al escenario de la “política formal” de los poderosos, otros que se
definen como revolucionarios, equivocadamente pensando en que lo electoral les
permitía cierto protagonismo y acumulación de fuerzas “arrebatadas” o
“disputadas” al reformismo.
Los
muertos que vos matasteis gozan de buena salud, dice el movimiento
popular nuevamente este año, lanzándose en diversas luchas que implican ahora
también el frente de Derechos Humanos donde la represión, la instalación de
montajes, la Ley
Hinzpeter , los brutales allanamientos a comunidades indígenas
hace revitalizarse un frente donde ONG e Instituciones son sacudidas de su
abulia y exigidas a salir del lamento y el lloriqueo para instalarse apoyando
las luchas concretas, asistiendo medicamente a los golpeados, a las niñas estudiantes
vejadas.
Y otra vez las tensiones entre las dos líneas
que cruzan el movimiento popular, con un claro retroceso en el mundo
universitario que acude a marchar tanto como al parlamento a discutir
presupuesto, con nuevos llamados a la negociación, en contra de los capuchas, y
claramente hay que señalarlo, con grupos que tienen agendas propias para
referenciarse a través de la maquina, del cambullón, en función de
protagonismos en las “ligas mayores” como señalan, y que sin embargo no
plantean ninguna estrategia distinta al reformismo clásico, ninguna propuesta
clara de acumulación de fuerza social para la construcción de poder y para
poner en crisis el sistema en su globalidad.
Porque en definitiva ese es el asunto.
¿Hacia donde van dirigida todas las
movilizaciones?
¿Es que estas movilizaciones buscan reformas
cosméticas para que de fondo nada cambie, dos o tres puntos porcentuales más en
un presupuesto, buscan votos para tal o cual candidato que entrara al circo
parlamentario?
Antes de respondernos esta pregunta, miremos
lo ocurrido en la CUT. No
hablo de la vieja CUT fundada por don Clotario Blest cuya declaración de
principios establecía en 1953 “ que el régimen capitalista actual, fundado en
la propiedad privada de la tierra, de los instrumentos y medios de producción y
en la explotación del hombre por el hombre que divide a la sociedad en clases
antagónicas: explotados y explotadores, debe ser sustituido por un régimen
social que liquide la propiedad privada hasta llegar a la sociedad sin clases,
en la que se asegure al hombre y la humanidad su pleno desarrollo”. Hablo de la
actual CUT desprestigiada entre los propios trabajadores, que jamás a luchado
seriamente por derribar las Leyes Laborales instaladas por la dictadura que
rigen a los trabajadores, prácticamente maniatados a la hora de luchar.
En esta CUT y ante los ojos de todo el mundo,
la maquina del peor de los reformismos y de la descomposición del sindicalismo,
da el triste espectáculo de elecciones mañosas, sin ninguna transparencia, para
frenar la emergencia de nuevos lideres como Cristian Cuevas. Ya hace mucho que
diversos sectores han abandonado esta instancia que se niega a elegir a sus
dirigentes por voto universal, que mantiene sindicatos fantasmas, que bloquea
la participación de trabajadores y sindicatos verdaderos.¿En función de que?
¿Dirigidos por que partidos?
Y este paréntesis sobre la situación de la CUT es para no marearnos, para
no sacar cuentas alegres, a entender que todavía hay un inmenso campo de
sectores sociales, de campesinos, de trabajadores agrícolas, de temporeros, de
asalariados, de trabajadores públicos, de organizaciones sociales territoriales
como juntas de vecinos y similares en donde predomina con fuerza la conducción
del reformismo, del clientelismo de la Concertación que espera tranquilamente la llegada
de una señora que ya fue Presidente para que la reinstale en el poder del
Estado.
Retomando la pregunta entonces respecto de
cual es la dirección estratégica posible del movimiento popular, del insolente
e incomodo movimiento popular que esta aguando la fiesta de los poderosos.
Obviamente para los detentores del poder la
maniobra es dilatar, contener, debilitar para trasladar al Parlamento la
discusión y resolución en última instancia de las diversas demandas que las
luchas sociales levantan, contando con recursos y excedentes para aflojar los
morlacos en ultima instancia (Si hasta Andrés Zaldívar, el enano golpista
contra Allende está ahora hablando de impuestos a los altos ingresos, igual que
una serie de economistas de la
Concertación que descubren “ahora” tales posibilidades
después de haber estado 20 años en el gobierno).
Para el reformismo también la película esta
meridianamente clara: todas las luchas sociales, conflictos, movilizaciones
pueden ser traducidas al ámbito político formal del parlamentarismo y ganar
espacios en el sistema político actual. Por ello no es incongruente, en su
lógica, encabezar o estar “reventando” ahora conflictos sociales (usando su
propia jerga) porque operan como lo hicieron incluso bajo dictadura: construir
un FPMR para desembarazarse de él cuando surgió la posibilidad de una salida
política negociada.
Para los revolucionarios sin embargo, el
problema no tiene visos aun de solución. Sin unidad entre las distintas corrientes,
algunos sucumben al espejismo del terreno electoral para proyectarse mientras
en el otro extremo, el espontaneismo más puro niega toda posibilidad de
establecer coordinaciones, conducción o programa mínimo. Surgen así “salidas”
como la convocatoria a Asamblea Constituyente (ni tontos ni perezosos asumido
también por sectores DC) que no se sostiene a una pregunta más que básica: si
podemos ganar una Asamblea Constituyente porque entonces no instalarse
derechamente en el camino reformista parlamentario, o en su defecto, porque no
instalar derechamente el tema de la lucha por el poder.
Ciertamente la atomización de la izquierda
revolucionaria no será resuelta por la “voluntad” de los caudillos, lideres, o
dirigentes de los diversos grupos, colectivos, protopartidos o similares en un
congreso, declaración o esfuerzo decretado entre cuatro paredes y con un lápiz.
Este proceso será resuelto por la dinámica
concreta de la lucha en los espacios sociales y políticos concretos. En el
encuentro de los esfuerzos por acumular y desarrollar fuerza política y social,
por el liderazgo en las tareas y acciones concretas, por la justeza de las
líneas que se levantan y proyectan, porque el torrente de la lucha de masas
obliga a estar en el jugando un rol activo a ser arrollados también por la
marea.
Claramente las movilizaciones actuales tienen
un limite por dos razones: porque aun son las franjas mas golpeadas de la
sociedad las que se movilizan estando expectante muchos otros sectores que aun
no intervienen ni se movilizan, y en segundo lugar porque claramente en un año
mas vendrá el recambio del Gobierno instalándose nuevamente la Concertación lo que
nuevamente traerá confusión, dispersión y algún retroceso en los niveles de
movilización.
¿Para donde vamos entonces? ¿Cuál es la
táctica?
Propongo mirarla desde la siguiente imagen:
los poderosos han construido como dice Tomas Moulian una caja de hierro, una
verdadera caja de hormigón armado que encierra al movimiento de masas para
imponerle el sistema económico que ellos requieren. Esa verdadera represa tiene
grietas pequeñas donde esta ahora saltando un chorro potente pero que sin
embargo no es capaz de derrumbarla. Quienes van al circo parlamentario o hablan
hoy en día de Asamblea Constituyente no hacen más que poner parches al
andamiaje construido. Nuestra preocupación debe ser incrementar el caudal tanto
en potencia como en cantidad para abrir definitivamente un forado mayor.
La dialéctica de la lucha de masas nos esta
señalando que las únicas respuestas posibles que tiene el poder son dos: o
ellos mismos (con apoyo del reformismo) cambian la caja (Constitución, leyes,
sistema político, cambios en aspectos económicos) lo que de ninguna manera
detendrá las luchas, o simplemente recurren a la fuerza de la represión deslegitimando aun mas su
modelo y haciendo justa y necesaria la
rebelión popular ante los ojos de las mas amplias masas.
En definitiva, la única táctica posible es
seguir luchando, construyendo fuerza social y política donde hoy no hay,
generando coordinaciones, uniendo las luchas, construyendo poder popular.
No es nuestra la responsabilidad ahora de
definir “salidas” a la situación
nacional. Si es la hora de mantener la ofensiva, incrementar la crisis de los
poderosos con la lucha revolucionaria.
¡ SOLA LA LUCHA DA LO QUE LA LEY DEL PATRON NIEGA !