martes, 23 de octubre de 2012

La lucha de masas: motor del poder popular. Intervención de Rodrigo Muñoz en Foro de Universidad de Concepción.


Acto Universidad Católica de Concepción,organizado por Colectivo Poder Popular.
 Intervención de Rodrigo Muñoz.

LA LUCHA DE MASAS: MOTOR DEL PODER POPULAR.

Las condiciones básicas que hicieron posible una política de poder popular en Chile.
El origen de la política de poder popular sustentada por el MIR se encuentra en los fundamentos del marxismo-leninismo referidos a la teoría del estado, concebido este como expresión del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. Esta cuestión, fue abordada por Lenin de modo más específico en El Estado y la Revolución, pero se puede sintetizar en tres fundamentos esenciales:
Uno, el Estado actúa como instrumento de dominación de la clase burguesa sobre la clase trabajadora y la sociedad en su conjunto, de donde surge la necesidad de plantearse su destrucción para dar paso a la sociedad socialista.
Dos, la destrucción del estado burgués, y por tanto la revolución socialista, solo sería posible mediante una revolución violenta y la creación de un poder paralelo, alternativo al estado burgués, que progresivamente fuera asumiendo las tareas propias de un Estado. En síntesis, se trata de crear un poder paralelo de modo transitorio pues la finalidad es el reemplazo del antiguo estado por uno nuevo.
Tres, el mecanismo e instrumento impulsor, articulador y conductor de este proceso es el partido, en tanto vanguardia, poseedor de la teoría, los cuadros, y síntesis de las expresiones más avanzadas de la clase. Esto es, que las expresiones de poder y organización de la masa, no son suficientes ni adecuadas para conducir la disputa de poder con la burguesía; esto es labor del partido de la clase.
Estos fundamentos de la teoría del estado y del poder estuvieron presentes en la definición de las políticas del MIR y estuvieron presentes en el accionar táctico del MIR. Sin embargo, esto no se produjo de manera automática, en todo momento, y de modo efectivo, sino que fue un proceso de aproximaciones, de realizaciones aisladas y hasta circunstanciales que devinieron en el impulso y desarrollo específico de la cuestión del poder popular.
Mejor dicho, la preocupación y acción principal del MIR, desde el 67 en adelante, pero sobre todo desde mediados del 69 en adelante, estuvo centrada en activar, promover y conducir la lucha social y reivindicativa de las masas, principalmente en aquellos sectores de la clase trabajadora y del pueblo que no estaban integrados a las orgánicas sindicales motorizadas por los partidos de la izquierda tradicional, es decir, por el PS y el PC.
A su vez, las organizaciones de trabajadores lideradas por el reformismo y bajo la conducción de la CUT, durante toda la década del 60 protagonizaron constantes y diversas manifestaciones, movilizaciones y jomadas de lucha que fueron constituyendo un movimiento obrero activo, en constante ascenso y crecimiento, y cada vez más radical en sus manifestaciones. A este proceso se sumaron desde mediados de los 60 en adelante, diversos sectores del campesinado agrícola que protagonizó intensas movilizaciones y jomadas de lucha, principalmente en grandes fundos de la zona centro sur del país (Aconcagua, Curicó. Ñuble, Cautín), y que posibilitaron la creación de poderosas organizaciones sindicales del campo que sumaron fuerzas a este activo movimiento social de carácter enteramente popular.
Es en este contexto social que el MIR intenta desarrollar un intenso trabajo de masas orientado a introducir una política revolucionaría en el seno de la clase obrera y trabajadora, pero fundamentalmente destinado a levantar una política revolucionaría de masas en el seno del campo popular.

Estos esfuerzos por levantar una política revolucionaria de masas consistían en descubrir las principales necesidades, los principales problemas, las principales reivindicaciones de los sectores populares más explotados, y a partir de ese diagnóstico impulsar la organización y la movilización de los sectores afectados recurriendo a dos premisas básicas: uno, el involucramiento directo, un compromiso práctico, de los militantes y cuadros del MIR con el sector popular de que se tratara (esto es, integrarse física y materialmente a la vida y realidad de los afectados y a partir de esa relación construir lazos de legitimidad que sirvieran de base para el levantamiento de una plataforma de lucha reivindicativa y sirvieran de base para la construcción de una relación política; cuestión ésta que constituye uno de los pilares de la nueva forma de hacer política que introdujo el MIR en el campo de la izquierda en general y de la izquierda revolucionaria en particular). Dos, el impulso de todas las formas de lucha como herramienta de trabajo para la movilización y la acción de las masas; esto que hoy parece una perogrullada, en ese tiempo significó otro aspecto central de la nueva forma de hacer política que introdujo el MIR puesto que reivindicaba el uso legítimo de la violencia revolucionaria de las masas en respuesta a la violencia represiva del estado y, por lo mismo, la valoración de la lucha armada como un instrumento necesario de la lucha popular. Todo esto referido a aquella época y realidad histórica.
En este afán de construcción de fuerza revolucionaria de masas, el MIR centra su accionar social en los sectores pobres de la ciudad y en los sectores pobres del campo. Cuestión que ocurre por la necesidad de desarrollar un trabajo de masas de nuevo tipo y por las dificultades reales (ideológicas, orgánicas y políticas) de poder desarrollar este trabajo de nuevo tipo en los sectores obreros tradicionales que, como ya se ha dicho, eran conducidos políticamente y monopolizados orgánicamente por los partidos de la izquierda tradicional y por el reformismo obrero en general. Esta necesidad y su limitante lleva a descubrir un nuevo sujeto social revolucionario en la realidad chilena constituido por los pobres de la ciudad y del campo. Es en este sector social donde el MIR desarrolla de modo más amplio y profundo su política revolucionaria de masas como ya dijimos desde mediados del 69 en adelante.
A la par del desarrollo de una serie de acciones armadas, que fueron consolidando la nueva forma de hacer política y el sello distintivo (impronta) del MIR en la política chilena, se desarrollaron una serie de tomas de terreno protagonizadas por pobladores sin casa de los principales centro urbanos, una serie de tomas de fundos protagonizados por comunidades mapuche, inquilinos y campesinos pobres de diversos sectores rurales del sur del país. Junto con estas acciones se produjeron algunas tomas de fábricas, también motivadas por reivindicaciones específicas de los trabajadores. No es que el MIR haya inventado estas formas de lucha; de ninguna manera. Las tomas formaban parte del activo histórico del pueblo en diversas luchas desde comienzos del siglo XX, pero las tomas impulsadas por el MIR tuvieron definitivamente otro carácter en el sentido que no eran elementos de presión sino que eran acciones definitivas, sin vuelta atrás, imponiendo la fuerza de las masas movilizadas y definiendo las soluciones a los problemas que originaban las tomas.
Hasta la primera mitad del año 70 ya se habían concretado siete tomas de terreno en Santiago dando origen a igual cantidad de campamentos de pobladores sin casa (26 de enero; 26 de julio; Rigoberto Zamora; La Unión; Magali Honorato; Elmo Catalán; Ranquil -estos tres últimos dan origen a fines del 70 a la población Nueva La Habana). En el mismo período en Concepción se producían varias tomas que se convertían de inmediato en campamentos de pobladores (Lenín, Luciano Cruz, entre otros); esto sin contar otras tomas lideradas por otros partidos o grupos de izquierda. En el plano del campesinado, hasta el momento de la elección de Allende, en septiembre del 70, se habían producido unas 15 corridas de cerco en las provincias de Cautín y Malleco (siendo la primera de ellas la producida en la comunidad Ouinchavil de Nueva Imperial; luego la comunidad Catrileo de Lautaro; Railaf de Lautaro; Ailío de Carahue; entre otras). Sin embargo, es a partir del triunfo electoral de Allende, que se produce un estallido de acciones de masas que rebasaron por lejos las medidas de interés popular que incorporaba el programa de gobierno de la UP y de Allende. Las tomas de fábrica exigiendo el paso al área estatal de las mismas, la intervención estatal o la intervención de los trabajadores en las decisiones económicas y productivas, sobrepasaron por mucho las 91 empresas estratégicas de la economía que el gobierno se proponía estatizar. Centenas de industrias fueron tomadas por los trabajadores prescindiendo del interés económico o valor productivo que pudieran tener para el estado; lo único que verdaderamente primaba era el interés, el análisis, la necesidad y la decisión de los trabajadores. En estas movilizaciones obreras el grado de influencia o de participación del MIR y su política fue limitado o nulo, por las razones anteriormente mencionadas pero también por la escasa fuerza orgánica de que aun disponía como organización; es decir, esto demuestra que la actividad y lucha de las masas se “escapó” y superó la conducción reformista, pero al mismo tiempo no deriva necesariamente en una postura política revolucionaria debido a la ausencia física de una corriente revolucionaria orgánica en su seno. En síntesis, las masas obreras adoptan posiciones radicales en su lucha reivindicativa anti patronal y, ante la carencia de opciones políticas propias, empujan hacia una radicalización de las políticas del programa de gobierno de la UP.
Las tomas de terreno de los pobladores sin casa se multiplican por las ciudades del país superando también la conducción política del reformismo y rebasando la capacidad orgánica y presencia física del MIR en muchas de estas nuevas tomas. Todo esto complica al gobierno porque le obliga a adoptar una política habitacional mucho más amplia y profunda de lo que contemplaba su plan original y, sobre todo, porque el punto de partida de estas soluciones habitacionales eran acciones radicales de las masas que llevaban al gobierno a adoptar una actitud confrontacional con la derecha, al menos durante la vigencia de este período que se extendió por más de un año.
En el campo, las tomas de fundo y las corridas de cerco se propagaron como reguero de pólvora convirtiendo en insignificantes las medidas y planes de reforma agraria que contemplaba el programa dé gobierno. El criterio de expropiación de predios con una extensión superior a las 80 hectáreas de riego básico fue absolutamente ignorado por la fuerza de los hechos. Comunidades mapuches de las provincias de Malleco, Cautín y Valdivia extendieron sus acciones de corridas de cerco y de tomas de fundos protagonizando una inmensa ofensiva por recuperación de tierras usurpadas. Los trabajadores agrícolas de la zona central y sur realizaron tomas que profundizaban y democratizaban la reforma agraria, independientemente de la cantidad de hectáreas y del tipo de cultivo que las caracterizara (agrícola, frutícola, ganadero, etc.) basados en la consigna “la tierra para el que la trabaja”, dando origen a una inmensa cantidad de predios de propiedad colectiva en el campo, conocidos como asentamientos campesinos. En otras zonas rurales la política del MIR en el campo se puede sintetizar en la consigna: “Una gran corrida de cercos, desde la cordillera hasta el mar”. Tan solo en Panguipulli, por ejemplo, en poco más de un mes, los campesinos se tomaron 24 fundos madereros y de montaña, con 0 hectárea de riego básico pero con un total de 420.000 hectáreas de doble sobre explotación, humana y forestal; estas tomas, no contempladas en los planes de nadie (y que un par de meses más tarde dan origen a la constitución del Complejo Forestal y Maderero de Panguipulli), surgen como parte de este estallido de movilizaciones sociales que se produce después del triunfo de Allende pero se concretan y se hacen posible por la presencia y acción concreta del MIR en el territorio.
Ahora bien, en todo este período de auge y de ofensiva popular, que se extiende por dos años, desde comienzos del 70 a comienzos del 72, la política explícita de poder popular no se hizo sentir. En otras palabras, no surge en esta coyuntura la alternativa política del poder popular por más que en los hechos se estuviera produciendo. En los hechos comienzan a producirse las necesarias coordinaciones entre los diversos actores sociales protagonistas de las diversas tomas. Los pobladores se coordinan y dan origen a comandos locales o comunales; los trabajadores de las industrias se coordinan y crean los cordones locales o comunales, los campesinos se coordinan y crean los consejos comunales campesinos. Pero estas coordinaciones, en la práctica, se producen por necesidades propias de los sectores sociales involucrados y no por una directriz política mirista que así lo dispusiera. En los hechos fue al revés. Es en el curso de estas movilizaciones, de estas acciones y de las posteriores coordinaciones, que surge el impulso orgánico y formal de la política de poder popular, de la idea de poder popular como un poder alternativo, de la necesidad del poder popular como instrumento de “empoderamiento” (como se dice ahora) de la clase. Es decir, se trató de darle un carácter político-estratégico a los instrumentos naturales que la masa fue creando, definiéndolos como instrumentos de poder popular, y se dio impulso y trató de crear estos instrumentos donde no los hubiera con la concepción de poder popular ya estructurada. Pero, en rigor a la verdad de cómo se dieron los sucesos en la práctica, esto comienza a impulsarse de modo definitivo a mediados de 1972, momento que coincide con el repunte de la contraofensiva burguesa contra el gobierno y el campo popular, y por lo mismo, coincide con la ofensiva del reformismo contra los sectores revolucionarios de la izquierda. A contrapelo, sin embargo, el campo popular inicia un nuevo ciclo de movilizaciones que se extenderá hasta mediados del 73.
La directriz del MIR orientada a darle impulso a la idea de poder popular, está expresada en la conformación de los (que después se llamó) frentes intermedios: MPR (marzo del 70), MCR (septiembre del 70), FTR (noviembre del 71), FER (71), pero esta idea fue sobrepasada por la radicalidad, extensión y masividad de las luchas populares. En los hechos, estas orgánicas se constituyeron en frentes intermedios entre la política revolucionaria y las masas y no en frentes de poder. El poder se expresaba en las propias organizaciones de masas y sus necesidades de coordinación, de unificación de criterios, de defensa popular, pero no tenía una perspectiva política de poder alternativo sino que se constituía en instancia de poder por la vía de los hechos mismos. También en rigor a la verdad, fue la coyuntura provocada por el paro patronal y reaccionario de octubre del 72 (conocido como Paro de Octubre) lo que provoca una reacción popular masiva que da pie a la estructuración de instancias de poder popular; pero, dicho está, estas instancias (Cordones, Comandos, Consejos) se logran organizar en respuesta a la ofensiva de la derecha y en defensa del gobierno popular de Allende, y no precisamente como parte de una política revolucionaria de poder dual.
Sin embargo, el Paro de Octubre le permite al MIR dar el impulso decisivo a la política de poder popular, cuya máxima expresión fue el surgimiento del Pliego del Pueblo, la exigencia de disolución del Parlamento y creación de la Asamblea del Pueblo (junto a la creación de los Consejos Comunales de Trabajadores en las ciudades y los Consejos Comunales campesinos en el campo). Pero, aún así los resultados prácticos fueron incipientes y así eran evaluados aún a comienzos del 73 por la dirección del MIR
En síntesis, así como podemos constatar que sin el progresivo y constante aumento de la organización y movilización social de masas en el curso de la década del 60, no habría sido posible el triunfo electoral de Allende, también tenemos que constatar que toda la experiencia de impulso y desairollo de la política de poder popular solo fue posible gracias al estallido de movilizaciones y acciones de masas que se producen luego del triunfo electoral del gobierno de Allende y la UP. Ese fue el escenario. Sin ese suceso no habría habido ese estallido, y sin ese estallido y las posteriores acciones de masas no habría habido surgimiento y crecimiento de formas e instancias de poder popular. O, en el mejor de los casos, su aparición y estructuración probablemente habría tardado años y adoptado otros caminos.

Octubre 2012.