jueves, 19 de enero de 2012

¿Control obrero del capitalismo? ( ROLANDO ASTARITA)

A raíz de la fuga de capitales, dirigentes y organizaciones de izquierda (por ejemplo, del Partido Obrero) han planteado la necesidad de que se establezca el control obrero sobre el mercado cambiario, y más en general, sobre los movimientos financieros y los bancos. El control obrero también lo han propuesto como salida para otros problemas. Por caso, cuando se exige la estatización de empresas de servicios públicos, o de industrias básicas (como las empresas energéticas). Extrañamente, dada la importancia que se le otorga, rara vez se precisa para el gran público cuál es su contenido. En esta nota presento los dos contenidos que puede tener el control obrero, y argumento por qué, en la actual coyuntura política, la agitación de la consigna lleva a la colaboración de clases.

Dos tradiciones

En el movimiento obrero mundial ha habido una larga tradición revolucionaria del control obrero, vinculada a la formación de órganos de poder. Es que cuando los trabajadores elegían, en coyunturas de alta tensión revolucionaria, comités de huelga, y éstos comenzaban a extenderse a más y más empresas -y eventualmente, a los soldados, campesinos, etcétera- surgía un poder que comenzaba a disputarle a la clase dominante no sólo el control de los centros de producción, sino también el dominio territorial y político general. Ya Marx hablaba de los comités obreros en la revolución de 1848; luego, fue la Comuna de París, de 1871; y más tarde los soviets (o consejos) en Rusia, en 1905 y en 1917; también los consejos obreros en las revoluciones fallidas de Alemania y Hungría; y los embriones de poder obrero en España en los 30; en las revoluciones de Alemania de 1953, y Hungría de 1956; o en Bolivia, en 1952, para citar algunos casos salientes. Todas estas experiencias fueron producto de ascensos revolucionarios, y cuestionaron (o apuntaron a hacerlo) el poder de la clase capitalista; o de la burocracia stalinista, en Alemania y Hungría. Éste es el contenido que tuvo la agitación por el control obrero en el marxismo. Por eso, nunca fue una consigna para ser lanzada de manera aislada, ya que jamás podía ser instrumentada en un sentido crítico y subversivo por fuera de las organizaciones de poder obrero, y de los programas que éstas asumieran. En particular, sin organizaciones de base de las masas sublevadas, no hay poder dual, y por lo tanto no hay medios para establecer ningún control. Pero la dualidad de poderes no se establece por decreto. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky escribió que “la dualidad de poderes sólo surge allí donde chocan de modo irreconciliable las dos clases, solo puede darse, por lo tanto, en épocas revolucionarias y constituye, además, uno de sus rasgos fundamentales”.


Por otro lado, en el vértice opuesto, está la idea de que el control obrero puede ser integrado al régimen capitalista. Mandel (1973) sostiene que una de sus primeras versiones la encontramos en la socialdemocracia alemana, que transformó los consejos obreros alemanes y austríacos de 1917-8 en órganos de colaboración de clases con la gran industria. Luego, en la segunda posguerra, tomó la forma del “co-dirección” de las empresas que se habían estatizado en muchos países europeos; una política que defendieron los partidos socialistas y comunistas. También en América Latina se registró este tipo de experiencias, pero a través de direcciones sindicales; por ejemplo, en Argentina el sindicato de Luz y Fuerza “co-gobernaba” la empresa de electricidad Segba, participando de su directorio. Aunque, en realidad, no había “co-gobierno”, sino gobierno de la burguesía. Como señalaba Mandel, “la noción de que el ‘control público’ era ejercido sobre la economía capitalista por el gobierno, el parlamento, los ayuntamientos locales, los comités conjuntos de obreros y directorios, etc., sigue siendo un mito en tanto el poder económico y político real permanece en las manos de la burguesía”. Sin embargo, en aquellos años 60 y 70, algunos pensaron que se estaba avanzando en una transición pacífica y gradual al socialismo. Creían que se podían ir conquistando “trincheras”, empezando por los lugares de trabajo. Era la versión “obrerista” de la idea -tan común hoy en algunos reformistas argentinos- de que es posible controlar al Estado a través de una “guerra de posiciones” (los “usos” de Gramsci son infinitos). En última instancia, se trataba de la táctica de Bernstein, de la “ampliación progresiva del control social”.

Hoy sabemos que aquellas experiencias sólo pavimentaron el camino de la posterior ofensiva del capital sobre el trabajo. Es que en condiciones de control “normal” de la burguesía, no hay manera de establecer un control obrero que no sea un instrumento de cooptación de la vanguardia obrera, cuando no de colaboración de las burocracias sindicales (o de los grandes partidos reformistas, socialistas y comunistas). Rosa Luxemburgo (1973), en polémica con el ala derecha de la socialdemocracia, decía que los trabajadores no pueden co-dirigir con el capital la producción, ya que en tanto subsistan las relaciones capitalistas, estarán obligados a desempeñar, incluso contra su propia voluntad, el papel de empresarios capitalistas. Por eso, el control obrero, cuando se establece en el sentido que lo visualizaba el marxismo, exige, por lo menos, un alto grado de organización autónoma de los trabajadores (consejos, soviets, etc.) y ser implementado en compañía de otras medidas igualmente revolucionarias. Lo cual pide un contexto revolucionario; es lo que decía Trotsky a propósito del poder dual en Rusia (apunto que Trotsky no sacó todas las conclusiones sobre esto cuando escribió el Programa de Transición. Aunque, también hay que decirlo, advirtió que el control obrero no puede agitarse en cualquier circunstancia).

Hoy en Argentina…

Los dirigentes y organizaciones de izquierda que hoy están proponiendo el control obrero sostienen que no plantean la consigna en el sentido reformista, y que de ninguna manera buscan la colaboración con la clase dominante. No tengo por qué no tomar en serio este argumento. Estos partidos enfrentan y denuncian a las burocracias sindicales que se benefician de la explotación del trabajo colaborando con el capital y su Estado. El problema no son entonces las intenciones, sino la mecánica política a la que se es inducido cuando se plantea la consigna del control obrero en una coyuntura como la actual. Es que no se puede plantear la consigna de manera revolucionaria, a las grandes masas, porque no hay condiciones para hacerlo. Tomo como ejemplo otra consigna, que he discutido con el Partido Obrero, la del cambio de la estructura impositiva. En su momento escribí una nota planteando que el cambio de los impuestos, en sí mismos, no iba a mejorar la distribución del ingreso, y que el marxismo siempre había planteado esta demanda acompañada de una serie de medidas transicionales. Se me respondió que el Partido Obrero planteaba la reforma impositiva en el marco de un programa revolucionario, en el que figuraba el control obrero. (véase aquí y aquí). En principio, parecía que estábamos de acuerdo. Pero en los grandes medios la consigna se siguió presentando de manera aislada. Nunca se explicó claramente que sólo tendría sentido progresivo si se instrumentaba en el contexto de un programa de transición al socialismo. Sin embargo, no es que hubiera “traición”, ya que esta actitud hasta cierto punto es lógica. ¿Por qué? Pues porque no hay manera de explicar a la gente que la tarea inmediata es formar comités obreros, establecer el control revolucionario sobre las grandes empresas y disputarle ya mismo el control de la economía al Estado y el capital. Nadie entiende cómo se puede implementar semejante programa ahora. Y pensar que esto se puede “votar” en el Parlamento es, por supuesto, una ilusión, además de inútil (el control obrero no se establece con leyes). Por este motivo, hasta cierto punto, encontramos un discurso dual: en la prensa militante las cosas se explican de manera más acorde con el contenido revolucionario de las demandas, pero en los medios masivos esto no se puede hacer. De ahí también que a veces cuesta clarificar dónde están las diferencias.

Por este motivo, se cae en un propagandismo abstracto (cuando en realidad se procura hacer lo opuesto). Si hoy en las empresas ni siquiera se puede acabar con el control de la burocracia; si en la mayoría de los lugares de trabajo es una demanda “revolucionaria” pedir cosas mínimas; si los activistas están dispersos; y si hay pocas direcciones sindicales antiburocráticas (y más de una ha sido cooptada por la burocracia “reformista”), ¿qué sentido tiene salir a plantear que la consigna inmediata es establecer el control obrero? Observemos que habría que decir que ya mismo hay que formar comités obreros (de lo contrario, ¿quién establece el control obrero?) independientes de la burocracia. ¿Cómo hacerlo, si los activistas y militantes de izquierda están ante tareas inmediatas, organizativas y reivindicativas, mucho más primarias? Incluso, supongamos que en estas condiciones una fracción de la clase dominante tuviera interés en parar la fuga de capitales, dando alguna participación al movimiento sindical. ¿Qué sucedería? Sencillamente, que la consigna sería instrumentada por la burocracia. Ésta es la razón, por otra parte, por la cual la consigna “no prende” en ningún lugar. En ninguna empresa hay control obrero en la actualidad (los casos de las industrias recuperadas no son “control obrero”; lo discuto aquí), a pesar de que algunas organizaciones llevan años agitando la consigna. La gente se da cuenta de que esto es imposible o que, en cualquier caso, generaría uno de los tantos escenarios de colaboración entre la burocracia sindical y el Estado, o el capital. Hacer política no es repetir y repetir una consigna. Hace años conocí un grupo trotskista inglés que pasó décadas terminando cada editorial de su periódico con el llamado a “preparar la huelga general”. Lo que discuto aquí es un caso similar. Las demandas que se agitan deben tener alguna correlación con los estados de ánimo, y las relaciones entre las clases.

En conclusión, la consigna es desacertada. Al margen de las buenas intenciones, sólo puede ser leída como una “receta” para solucionar problemas (la fuga de capitales; la corrupción de empresas estatales, etc.) dentro del sistema capitalista. Pero el capitalismo no funciona bajo “control obrero”. Esto que afirmo no niega, por supuesto, la importancia que puede tener explicar el control obrero en la propaganda y la lucha ideológica por el socialismo. Pero no puede ser pensada para la aplicación inmediata. La relación de fuerzas entre las clases sociales de hoy la hacen abstracta y vacía. Y esto, en el mejor de los casos.

Textos citados:

Luxemburgo, R. (1974): Reforma o revolución, Buenos Aires, Papeles Políticos.

Mandel, E. (1973): “Worker’s Control and Worker’s Councils”, www.marxists.org/archive/mandel/1973/xx/wcwc.html.

Trotsky, L. (1985): Historia de la Revolución Rusa, Madrid, Sarpe.

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martes, 17 de enero de 2012

COMENTARIO DE LIBRO: ROQUE DALTON: MIGUEL MARMOL. LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR. (ALMA NEGRA)



Editado por OCEANSUR, 402 páginas, año 2007, contiene registro fotográfico, el texto transcrito por Roque Dalton de las entrevistas que realizó en Praga durante el verano del año 1966 al militante revolucionario salvadoreño Miguel Mármol y una introducción realizada por Roque Dalton al texto en 1971.

Roque Dalton García nació en San Salvador el 14 de mayo de 1935 y fue muerto el 10 de mayo de 1975 por decisión de la Dirección Nacional del Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) conducido por Joaquín Villalobos quien lo acuso de insubordinación y ser agente de la CIA. Fue un poeta, ensayista, narrador, dramaturgo, periodista salvadoreño pero principalmente un militante revolucionario.

Fue formado por los jesuitas en el Colegio Externado San José. Viaja a Chile en 1953 para estudiar Derecho, regresa al Salvador y funda el Círculo Literario Universitario en 1956, siendo considerado una de las voces influyentes de la Generación Comprometida.
En 1957 viaja al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad que se realiza en la URSS y conoce al revolucionario nicaragüense Carlos Fonseca y a los poetas Miguel Ángel Asturias, Juan Gelman y Nazim Hikmet.

Obras: La ventana en el rostro, El turno del ofendido, Miguel Mármol, Pobrecito poeta que era yo..., Monografía sobre El Salvador, Taberna y otros lugares, Poemas Clandestinos, Historias prohibidas del pulgarcito, Un libro rojo para Lenin, El turno de los ofendidos y decenas de poemas.

La vida y la muerte de Roque Dalton están ligadas a la fuerte lucha ideológica que se dio en la izquierda latinoamericana a fines del siglo pasado y que prosigue en la actualidad en diversos escenarios latinoamericanos.
El Ejercito Revolucionario del Pueblo surgió en 1968 a partir de la confluencia de algunos sobrevivientes de la experiencia de Acción Revolucionaria Salvadoreña (ARS) quienes luego de desarrollar acciones de sabotaje son derrotados por la represión, por sobrevivientes de una segunda organización guerrillera de marcado carácter estudiantil llamada “El Grupo” que realizó el secuestro y ajusticiamiento de un empresario, comando también desarticulado por la represión, por la organización Comandos Organizadores del Pueblo (COP) y por los integrantes de una fracción del Partido Comunista que reivindicando la lucha armada se margina y concurre a la formación del ERP cuyo funcionamiento inicial es federativo. Luego de superar etapas de su desarrollo el ERP enfrenta en 1973 una aguda lucha interna de dos posiciones: por una parte quienes sostienen un enfoque insurreccional que deriva hacia visiones en las que predomina el énfasis en lo militar y evoluciona hacia la negación del esfuerzo de masas por considerarse que el proceso caminaba rápidamente hacia a la maduración de la situación revolucionaria y en ese sentido la tarea fundamental era la construcción de la columna vertebral de conducción militar del levantamiento insurreccional, y por otra quienes sostienen en la perspectiva insurreccional la urgencia de desarrollar una mas profunda vinculación y desarrollo de la organización de masas.
La profundización del debate deriva en crisis profunda en buena medida por los métodos de conducción y decisiones verticalistas impuestos al amparo de la necesaria compartimentación del trabajo, situación que facilitó la negación de procesos colectivos en la toma de decisiones y la imposición de la visión militarista en la conducción; y si esta situación en sí misma era grave, se volvía más compleja por el carácter federativo de la estructura, donde cada grupo se mantenía cohesionado como en su origen y era compartimentado respecto a los otros grupos.
La lucha fraccional deriva en Mayo de 1975 en la acusación de trabajar para la CIA contra Roque Dalton sostenida por Julio Dreifus Marín quien se había incorporado a finales de 1973 al ERP y la captura de Armando Arteaga “Pancho” un obrero que se convirtió en uno de los primeros y mejores jefes militares de la organización, acusado de insubordinación militar por oponerse a la decisión de capturar a Dalton. La Dirección del ERP encabezada por Rivas Mira y Joaquín Villalobos decide el asesinato de ambos.
El 10 de mayo de 1975 se escinde del ERP el grupo que privilegiaba el trabajo de masas construyendo las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN) quienes señalan respecto al asesinato de Roque Dalton: “Incapaces de reconocer su derrota ideológico-política, cegados por la desesperación del inalcanzable triunfo de sus posiciones por medio de un proceso correcto de lucha ideológica, y trasladando la imagen de su propia situación al resto de la organización, van creyendo que, de la misma forma en que en sus sectores la camarilla es la única que entiende, comparte y defiende su ‘concepción’ por medio de un método de sometimiento militar de las bases en relación a dicha concepción ‘tiene’ que existir en los otros sectores de la organización, un núcleo o cabeza pensante que sea la fuente de concepción que se les opone: de esa aberración no es nada difícil pasar a pensar en la solución de ‘neutralizar’ esa cabeza para que el resto de la organización, a la que consideran incapaz, no consciente y ‘manejada’ por el seguidismo (como ellos manejan a su base) se sienta débil y sea permeable a sus imposiciones”.
“Este papel de ‘cabeza pensante y gestor de la concepción’ se lo adjudican al compañero Roque Dalton en quien consideran tener su ‘máximo adversario’ como el único ‘capaz’ por sus cualidades teóricas, de ser la fuente y sostén de la concepción”.
“Grave error de apreciación de la camarilla militarista, que aislada del desarrollo político de amplios sectores de la organización, no fue capaz de comprender que si bien el compañero Roque Dalton compartía y defendía esa concepción no había desempeñado en su gestión desarrollo y defensa, el papel fundamental y decisivo que en su mente desviada le quería adjudicar”

Estructura del libro:

Introducción
I. Origen. Infancia. Adolescencia.
II. Aprendizaje del oficio. Ingreso a la actividad gremial. Primeras influencias revolucionarias. El imperialismo extranjero en la política nacional. Las primeras huelgas. Las primeras experiencias políticas y las primeras persecuciones. El primer amor.
III. Movimiento obrero incipiente en El Salvador. La actividad en la zona de Ilopango. La Sociedad de Obreros, Campesinos y Pescadores de Ilopango. La sindicalización suburbana y los primeros síntomas de la violencia.
IV. En el núcleo del naciente movimiento obrero salvadoreño. Radicalización de la Federación Regional y sus primeros vínculos internacionales. La llegada al país de los cuadros extranjeros. La lucha de corrientes en el seno de la Regional. Las ideas y la educación comunista. El primer
núcleo comunista. La fundación del Partido Comunista de El Salvador.
V. Viaje a la Unión Soviética para asistir al Congreso de la Sindical Mundial Roja. Impresiones del viaje de ida y vuelta por Europa. Impresiones en la URSS. Detención en Cuba. Visión de La Habana de 1930.
VI. Regreso a la patria. La agitación social sube de tono. Las elecciones y el arribo al poder del General Maximiliano H. Martínez. La represión gubernamental. Las discusiones internas sobre la insurrección armada popular encabezada por el Partido Comunista. Miguel Mármol en los días de la
Insurrección. Su captura y su fusilamiento. Su escapatoria de entre los muertos y su convalecencia.
VII. Traslado a la zona oriental para huir de la represión. Primeros contactos con fines de reorganización partidaria. Las reuniones de Usulután. Primer análisis del porqué de la insurrección y la derrota. Los hechos de la insurrección. La barbarie represiva del Gobierno. Análisis de la “leyenda negra” anticomunista en El Salvador. Análisis militar de la insurrección y su fracaso.
VIII. La reconstrucción del Partido Comunista de El Salvador. El renacimiento del Partido en San Salvador. Llegada y nueva salida de Miguel Mármol de la capital. Mármol es recapturado por la policía en 1934.
IX. En las cárceles del General Martínez.
X. Libertad bajo sospecha. El movimiento obrero salvadoreño bajo la dictadura de Martínez: la “Alianza Nacional de Zapateros”. La situación en el Partido Comunista.
XI. Las jornadas de abril y mayo de 1944: el derrocamiento de la dictadura de los trece años. La Unión Nacional de Trabajadores y el “romerismo”. La restauración del terror: el golpe militar de Osmín Aguirre y Salinas. Mármol en el seno de la “revolución” de Guatemala.
Reflexiones finales.
Diccionario de Localismos

Comentario:

A mi juicio este libro es un texto riquísimo en diversos planos. Como literatura y cultura general para cualquier persona que se va a encontrar de pronto sumido en la vida de los sectores mas explotados de Centroamérica y El Salvador en la etapa que transcurre entre 1920 y 1932. Por boca de Miguel Marmol, Roque Dalton nos muestra la sociedad de la época, las costumbres, los grados extremos de explotación a que son sometidas las masas y principalmente el proceso de constitución de organizaciones sociales y política y la determinación del naciente Partido Comunista de convocar a una Insurrección General para tomar el poder, intento que es conocido por el aparato represivo en su fase de preparación e inicio, contenido y posteriormente reprimido con el saldo de miles de campesinos y militantes revolucionarios de diversos grupos asesinados, principalmente del partido Comunista, entre ellos su dirigente máximo Farabundo Martì, quien había estado previamente luchando junto a Sandino en Nicaragua.
Es la biografía de Miguel Marmol en el lenguaje popular y coloquial del campesino y artesano salvadoreño, del hombre que se entrega por entero a la causa de la justicia social al extremo de vivir casi en harapos, muerto de hambre, marchando a pie por calles, montes, fincas, siempre caminando para contactar al camarada, para llegar a la asamblea y que establece de vez en cuando talleres de zapatería para poder sobrevivir y “cubrir” sus actividades revolucionarias. En este sentido Roque Dalton a preferido la prosa espontanea y directa del entrevistado que relata en primera persona su historia como militante revolucionario, en un estilo que nos recuerda el libro “Hasta no verte Jesus Mío” de la mexicana Elena Poniatowska, por un lado, y los baluartes de la novela de la llamada corriente del realismo socialista “Así se templo el acero” de Nicolai Ostrovsky, “Poema Pedagogico” de Anton Makarenko, o “El Comité Regional Clandestino Actua” de Alexéi Fiodorov.

Un segundo plano de lectura, son los elementos políticos, históricos que el mismo relato contiene. En este sentido Roque Dalton señala en la introducción la existencia de desacuerdos y contradicciones en los elementos de análisis y planteos políticos que Miguel Marmol va enunciando en sus recuerdos, pero por decisión del autor, no los explicita. La lectura del libro nos permite vislumbrar una serie de problemas teóricos que la construcción del Partido y su praxis van generando, temas que en mayor o menor medida han cruzado la praxis de todo militante revolucionario en Latinoamérica.
Y aquí es donde el libro se convierte en un antecedente imprescindible a considerar para la lucha ideológica en la izquierda revolucionaria y el propio desarrollo histórico de esta lucha. Desde ya los métodos de construcción de partido, de acumulación de fuerza social, la relación partido- masa, la táctica, la relación entre lucha reivindicativa, lucha política, lucha militar, el contexto internacional, la esfera de coordinación, articulación, autonomía o dependencia respecto a un centro conductor a escala mundial (en este caso la relación con la Tercera Internacional, el “Cominter” y la llamada “etapa izquierdista” de esta instancia que plantea teóricamente “la lucha final contra el sistema capitalista” y convoca a una serie de Insurrecciones en Hamburgo, Hungria, Baviera, Cantón, Shangai, entre otras, experiencia insurreccionales sistematizadas de manera posterior en el libro “La Insurrecciòn Armada” de Neuberg seudónimo que oculta los escritos de diversos autores entre ellos Palmiro Togliatti, Tujachewsky,Ho Chi Min, texto que es prácticamente un manuela sobre la teoría y la practica insurrecional).
Miguel Marmol se tira a la piscina en libro explicando la postura del PC Salvadoreño de luchar por una revolución democrático nacional en dicha etapa, como explica no porque existiera una burguesía progresista posible de constituirse en aliada, sino por el atraso del desarrollo capitalista y por tanto el apego a la concepción de la revolución por etapas. En el mismo sentido Marmol defiende la decisión autónoma del PC Salvadoreño de convocar a la insurrección y descarta que esta haya sido promovida porque la Cominter lo establecía.
En el mismo sentido, enfrenta las críticas establecidas por otros PC respecto al carácter “artesano” del Partido Comunista Salvadoreño en la época. A mi juicio es la parte mas débil de su alegato histórico porque reduce la critica a la “composición de clases” del Partido (el peso de los militantes que son sastres, artesanos en su vida laboral versus los “obreros” insertos en procesos productivos fabriles, sin responder al verdadero carácter de la critica que tiene que ver con las débiles capacidades teóricas e ideológicas del Partido en clave leninista de “profesionales” versus “artesanos”.

Un tercer plano de la lectura, es el tema “estrategia de lucha por el poder”, “Táctica” y el tema militar. En este ámbito, considero que el texto tiene casi la riqueza comparable con los escritos de Lenin, (Consejos de un Ausente, El Programa Militar de la Revolución Proletaria, El marxismo y la Insurrección), de Trotsky (El arte de la Insurrección), Reed (Diez días que estremecieron al mundo) porque entra al nudo teórico que a generado tanta división y controversia en la izquierda latinoamericana, lo que no es nada de casual para el autor del texto Roque Dalton, porque precisamente en este nudo teórico-practico es donde años después de la publicación del libro, se vera envuelto en la controversia y asesinado por la dirección del ERP.

Es “el tema” debatido agudamente desde la Revolución Cubana en adelante en Latinoamérica, en torno al cual se han generado crisis, rupturas, quiebres, en el seno de las organizaciones políticas y revolucionarias, que ha incluido en el paroxismo el traslado del debate ideológico y teórico al campo del mesianismo, el asesinato (Trotsky, Roque Dalton, Ana Maria, entre muchos otros), a la calificación de “agentes del enemigo”, “aventurero” (calificativo de Orlando Millas al Ché), “Caballo de Troya” (calificativo al MIR Chileno por parte del PC tras la derrota del 73) entre otros variados acontecimientos, que en Chile de anteayer no mas significó la atomización de la izquierda revolucionaria sumida en reiteradas divisiones como en el caso del MIR y del FPMR en que diversos grupos reclaman ser legítimos continuadores y herederos políticos reclamando banderas y timbres y descalificando a los otros.

De fondo, el tema que advierte Clausewitz al hablar de la Guerra, de la Estrategia, de la Táctica y de la conducción de la guerra: el papel de la subjetividad de las masas, la capacidad que tiene o no la conducción política o militar de la guerra de leer e interpretar los distintos elementos que llevan a la toma de decisión respecto a una maniobra, un encuentro, un combate o una insurrección. Es en definitiva el hecho concreto que Estrategia y Táctica son en definitiva conceptos teóricos unidos dialécticamente que se materializan en la practica, reino en definitiva de la Táctica lo que lleva a decir al autor de “De la Guerra” que la Estrategia se materializa en la Táctica en una visión más flexible que la Estrategia es el arte de la conducción de los encuentros (o momentos) tácticos.

¿Cuántas veces un militante cualquiera cuestiona el que hacer cotidiano encomendado por su partido porque no ve por ningún lado la relación entre la estrategia de lucha por el poder que dice sostener su organización y esa practica? ¿Cuántas veces las direcciones políticas, estados mayores de un proyecto revolucionario, logran articular trabajo social, maniobras en el escenario político y acumulación estratégica?

Los ejemplos son centenares, en toda Latinoamérica y en Chile de ayer y de hoy. Es la soledad de Clotario Blest cuando define una línea estratégica para la CUT y es golpeado y expulsado de su conducción por el reformismo. Es la emergencia de la llamada izquierda revolucionaria en la década de los 60 en todo el continente, la creación de OLAS, de la Trincontinental y las claras posturas del Che Guevara que con el tiempo van siendo escamoteadas dejando el icono barbudo, la boina y la determinación de luchar pero diluyendo su pensamiento político concreto. Es para unos “el vació histórico” que les lleva a concebir un remedo de concepción estratégica con propuestas de Rebelión Popular y Sublevación que abandonaran (junto a sus cuadros) apenas avizoran espacios en el escenario legal, en la lucha parlamentaria. Es el patético desfile de organizaciones que se definen como político-militares, que luchan por el poder y que terminan haciendo trabajo social, asistencial, lucha reivindicativa sin avanzar un milímetro en el famoso proceso de acumulación de fuerzas, convirtiéndose finalmente en grupos sectarios que pelean espacios simplemente para sobrevivir y en donde la lucha de masas, el desarrollo de fuerza social revolucionaria con finalidad estratégica es relegada al espontaneismo.

Miguel Mármol señala en la evaluación de la Insurrección derrotada, que el Partido había asumido la insurrección con los criterios propios del trabajo de masas y en desconocimiento de la ciencia militar, elaborando un plan militar muy general basado en la estructura regular del partido que movilizaría a las masas para tomar los cuartes, entregar armas a las masas formando el Ejercito Revolucionario.
“Quiero aclarar: si teníamos en funcionamiento a duras penas, una organización nacional, pero exclusivamente para movilizaciones de masa, para actividades abiertas, no armadas, gremiales, economicistas…” puntualiza Miguel y agrega: “La falta de coordinación, la desaparición de la Dirección Nacional en el momento más álgido, el descuido de las medidas de seguridad conspirativas, la falta de organización nacional para las tareas militares, fueron, creo yo, la base del fracaso “.

Es sorprendente que estas lecciones, extraídas en 1932, están ausentes como conocimiento y ciencia en diversos procesos latinoamericanos como la insurrección en Bolivia, o el propio proceso y practica del MIR chileno entre 1970 y 1973. Mas bien el centro de la discusión de la década del 60 se concentra en el l famoso tema de “las condiciones” existentes o no para la lucha por el poder, otro aspecto de la relación concreta entre Estrategia y Táctica que abordará entre otros el Ché en su escrito Táctica y Estrategia de la Revolución Latinoamericana : “se lanzan algunas formulas limitadas: luchas electorales de menor cuantía, algún avance electoral, por aquí; dos diputados, un senador, cuatro alcaldías; una gran manifestación popular que es disuelta a tiros; una elección que se pierde por menos votos que la anterior; una huelga que se gana, diez que se pierden; un paso que se avanza, diez que se retroceden; una victoria sectorial por aquí, diez derrotas por allá. Y, en el momento preciso, se cambian las reglas del juego y hay que volver a empezar” y luego en el Mensaje a la Tricontinental: “..Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en forma pacífica. Para nosotros está clara la solución de esta interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello, de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes –donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares – en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo…”

Focalizando más aun el tema de la conducción estratégica y táctica Miguel Marmol advierte en sus memorias que el estado de las masas en El Salvador, el año 1932 está mas que maduro para desarrollar la lucha por el poder pero es la conducción política la que vacila. Es el Comité Central que alarga los debates, fija una fecha para la insurrección, la posterga, la vuelve a postergar lo que da tiempo a la contramaniobra represiva del poder quienes lanzan la represión y comienza el baño de sangre con las matanzas masivas. De alguna manera se repite la discusión del Comité Central Bolchevique en Rusia frente al tema del asalto al poder y la insurrección expresado en las llamadas jornadas de julio en que Lenin se juega por contener el asalto al poder esperando la maduración de los sectores más atrasados, polémica reinstalada en Octubre con Zinoviev y Kamenev tratando de paralizar dicha insurrección victoriosa.

Conducción, momento exacto. Toma de iniciativa. Ataque o Defensa. Punto en que se resume toda la capacidad y experiencia de la conducción revolucionaria. Es la misma discusión que nos plantea Zenon Alvarado en su texto “El fantasma de Chile” que nos expone la dura discusión que se da entre los marinos chilenos que se organizan para frenar el golpe militar en curso el año 1973: de una parte los marinos que esperan que los Oficiales inicien el golpe para actuar fundada y resueltamente, y la posición de los marinos que plantean que quien golpea primero se alzara con la victoria y no hay que esperar un ataque que ya es evidente.

Para la discusión de las alternativas revolucionarias del Chile de hoy, las lecciones de Miguel Mármol alcanzan vigencia toda vez que el reformismo, el neo reformismo y el espontaneismo se convierten en serios obstáculos ideológicos a superar en la construcción de alternativa. Quedan en el aire las palabras de Miguel: teníamos partido y trabajo de masas para la lucha abierta, legal, para la lucha económica y gremial…no habíamos preparado realmente las masas para la insurrección, para la guerra.


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