viernes, 26 de octubre de 2012

Del octubre rebelde al octubre electoral: Por qué no votamos y sí nos organizamos (José Antonio Palma)


Mes de significados para la izquierda en su conjunto, observamos, eso sí, que su ponderación varía en las diferentes orgánicas y cuerpos que la encarnan, e incluso, emergen en ocasiones diametralmente opuestos y para nada complementarios.
Con trajes Armani, desde un edificio edilicio o construyendo organización desde abajo, en actividades antielectorales y al fuego de una olla común. ¿Votar? ¿Por quién hacerlo? ¿Qué hacer con la derecha? Son algunas de las interrogantes que surgen desde los sectores populares organizados. De fondo la imagen de Miguel Enríquez, Cecilia Magni, Raúl Pellegrin, del Che, miran atentos, y por qué no decirlo, atónitos.
Quiero aclarar eso sí, que por ningún motivo quiero ubicar en una antípoda la opción electoral a una extrainstitucional, de lucha social, como quiera denominarse. Estas opciones pueden ser suplementarias a momento tácticos concretos. Sin un orden predeterminado, sin esencialismos revolucionarios baratos, ni tampoco un nihilismo antitodo que para nada contribuye a construir una alternativa distinta, intentó expresar los motivos del porqué considero que no sea un régimen democrático y participativo.
Desde la vereda electoral, visualizamos la alternativa de siempre, el Partido Comunista. Vagón de cola de la Concertación que una y otra vez la salvo del descalabro de las presidenciales de Lagos y Bachelet, que celebran como un triunfo el pacto de omisión, sumió su estrategia política a al maquillaje neoliberal de la Concertación. Además, estos últimos años, se le añade figuras dignas de la farándula tercermundistas, como Camila Vallejo y Camilo Ballesteros.
La primera tuvo que capitular ante las presiones desde las bases para levantar la consigna de “Educación Gratuita”, relegando la utilitaria e inerte frase “Arancel Diferenciado” que marcó años de movilizaciones en los 90’ y 2000’. El segundo, estuvo a punto de ser revocado de su cargo como presidente de la Feusach, condenaba una y otra vez la acción directa, siendo “shupercríticoh” de la mercantilización de la educación superior, ahora se saca fotos con Michelle, la misma que consolido el modelo, que creaba Consejos Asesores de Educación que jamás fueron resolutivos y que dio guante blanco a la represión el 2006. Los que marchamos en aquellos años no lo olvidamos. ¿Qué credibilidad pueden tener estos personajes?
Ballesteros, aprovechando su trampolín mediático, se lanza a su campaña municipal, de la misma manera que probablemente lo hará Vallejo como candidata a diputada en el mediano plazo. El PC lejos de ser el continuador del partido que fundó Recabarren, se convirtió en un testaferro sin arraigo en el pueblo, que pacta por unos asientos en la institucionalidad.
De la Concertación no tiene sentido esgrimir una palabra. Un conglomerado instrumental que surge para recibir de las manos del tirano el gobierno, donde su afán por mantenerse en el poder es la única explicación para comprender su existencia. Agonizante y agotado, su muerte será estimulada por sus padres, dejando varios hijos huérfanos: PRO, PRI, MAS y otros grupúsculos que surgirán.
Nadie es tan ciego, aunque si algunos de manera voluntaria y consciente, para no reconocer que la izquierda chilena, creció y se fortaleció en gran parte bajo el alero de la institucionalidad. Cuando se vocifera “todas las formas de lucha” se incluye la lucha electoral, pero esto, en determinados contextos. Como en principios de siglo, donde el régimen oligárquico moribundo daba sus últimos aletazos dejando miles de cuerpos en la orilla del camino. Donde efectivamente tensionar el sistema tenía sentido para los miles de trabajadores que estaban bajo la indefensión de leyes laborales y sociales inexistentes.
Por eso es reconocido también por todos, que la lucha por el sufragio universal fue uno de los más importantes avances para los sectores oprimidos en Chile, pero a su vez, es necesario aclarar que la democracia que germina en la Dictadura se acomodó a la situación. El modelo de acumulación capitalista vivió una verdadera revolución y puso al mercado en el centro de las relaciones sociales, relegando la política a la subordinación del neoliberalismo. Por eso algunos ideólogos de derecha, plantean que el intercambio económico debiera transcurrir “sin distorsiones”, es decir, ‘comprar y vender’ en una sociedad con baja participación política, donde las decisiones sean tomadas por unos pocos.
El Estado fue cercenado como ente productivo y su rol comercial fue ceñido a mero observador. ‘Lo político’ quedo sumido a lo administrativo y tecnocrático de la institucionalidad. ‘La política’ quedó reducida a cómo administrar el gobierno y sus instituciones. Los políticos se convirtieron en la camarilla que se reparte los cupos laborales que otorgan los diferentes poderes del Estado. Ante esto, las elecciones quedaron como un rito propio de la modernidad perdida en el tiempo, subyugado a las leyes de la oferta y la demanda, como un gran show propagandístico que se televisa, se oferta y se consume.
Para algunos es un mes donde se acentúa el martirologio, las muertes heroicas y el derramamiento de sangre por la “revolución socialista” son repetidas una y otra vez. Lo importante no es recordar la cantidad de balas que recibió cada muerto, con sus caras en grandes pancartas y sus consignas, muchas de las cuales hacen erizar la piel, pero que ahora poco tienen que ver con la realidad actual. Desde la actualidad rescatamos sus proyectos, su consecuencia y sus enseñanzas. Con una visión crítica de lo que fueron. Sus límites y deficiencias son claves para el momento actual, sobre todo por la dispersión y fragmentación en la izquierda. Importante es generar una propuesta estratégica que le haga frente a este monstruo neoliberal que nos enfrentamos cotidianamente y recuperar la capacidad de las grandes mayorías de decidir su destino.
Ese Poder Popular que se originó desde los oprimidos y embulló durante la UP. Mujeres, trabajadores, estudiantes, pobladores y mapuche, todos ellos aprendieron la lección que no es necesario pedirle al Estado migajas y que con sus manos pueden satisfacer sus necesidades, en la calle y sin permiso. Cordones industriales y Comandos Comunales son ejemplos de aquello. Esos gérmenes de poder fueron barridos por la maquinaria estatal al servicio de las elites.
Por eso es vital rescatar nuestra memoria como clase. Tener nociones de sus formas de reproducción material, de la rica cultura popular, de sus formas deliberativas y mecanismos de defensa, cruciales para consolidar las conquistas. Sólo una mirada juiciosa y crítica de nuestro pasado permitirá generar en la actualidad un proyecto con perspectiva revolucionaria. Sin caer en el facilismo de las loas panfletarias y reduccionismos propios de sectas que viven en Petrogrado de 1905, para quienes todo es “reformista burocrático”.
¿Qué relevancia existe presentar mi descontento con un voto de castigo a la derecha, sino existe un proyecto alternativo en la izquierda? ¿Para qué participar de una competencia donde los ganadores son los de siempre y los que perdemos ya lo sabemos de antemano? No tiene sentido participar. Las municipalidades son las mismas que fueron entregadas en bandeja por la dictadura, incluso ya avanzada la ‘seudodemocracia’. Las opciones reducidas de antemano, no muestran grandes diferencias. Su injerencia en la política pública, desmantelada desde hace décadas, es casi nula.
Legitimar una institucionalidad nacida en una dictadura despiadada sería validar todo los crímenes contra los derechos humanos que se gestaron para su consolidación. Democracia electoral que nada tiene que ver con la igualdad de derechos sociales y económicos. Vivimos en uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo, donde la concentración de la tierra y los recursos naturales están en manos de grandes corporaciones extranjeras, reduce las posibilidades para decidir nuestro destino a cero.
Una sociedad patriarcal donde la mujer no decide sobre su cuerpo, donde persisten modelos y patrones culturales exportados desde las ciudades anglosajonas. ¿Qué tiene de igualdad de género?
Ser parte de una democracia que con hierro incandescente persiguió y extermino en los 90’ a orgánicas y militantes de izquierda es inmoral y un crimen de Estado.
Militarizar el Wallmapu, balear a niños y encarcelar autoridades tradicionales no tiene una pisca de respeto, está más cercano a los regímenes fascistas que a las “democracias del mundo libre”.
Razones hay muchas, se conjugan con los motivos para no decaer, para no flaquear ante los ataques de la clase política que nos sindica como “malos ciudadanos” y que nos apunta con el dedo por “hacerle el juego a la derecha”, siendo que ellos fueron los que jugaron con nosotros durante 22 años ilusionándonos con una “alegría” que nunca llegó, mientras en sus reuniones profundizaron las privatizaciones.
Me organizó desde abajo, construyendo una alternativa autónoma, aprendiendo de nuestro pasado y articulándome de menos a más. De lo simple a lo complejo. Generando discusiones y acciones conjuntas. Produciendo conocimiento desde la práctica misma. La opción de muchos de nosotros es NO VOTAR, esa abstención es un posicionamiento político colectivo, es decir claramente que no somos parte de este circo y que nuestra política jamás será mercenaria de nuestro pueblo. Yo no presto el voto, por eso me organizó y lucho.

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martes, 23 de octubre de 2012

La lucha de masas: motor del poder popular. Intervención de Rodrigo Muñoz en Foro de Universidad de Concepción.


Acto Universidad Católica de Concepción,organizado por Colectivo Poder Popular.
 Intervención de Rodrigo Muñoz.

LA LUCHA DE MASAS: MOTOR DEL PODER POPULAR.

Las condiciones básicas que hicieron posible una política de poder popular en Chile.
El origen de la política de poder popular sustentada por el MIR se encuentra en los fundamentos del marxismo-leninismo referidos a la teoría del estado, concebido este como expresión del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. Esta cuestión, fue abordada por Lenin de modo más específico en El Estado y la Revolución, pero se puede sintetizar en tres fundamentos esenciales:
Uno, el Estado actúa como instrumento de dominación de la clase burguesa sobre la clase trabajadora y la sociedad en su conjunto, de donde surge la necesidad de plantearse su destrucción para dar paso a la sociedad socialista.
Dos, la destrucción del estado burgués, y por tanto la revolución socialista, solo sería posible mediante una revolución violenta y la creación de un poder paralelo, alternativo al estado burgués, que progresivamente fuera asumiendo las tareas propias de un Estado. En síntesis, se trata de crear un poder paralelo de modo transitorio pues la finalidad es el reemplazo del antiguo estado por uno nuevo.
Tres, el mecanismo e instrumento impulsor, articulador y conductor de este proceso es el partido, en tanto vanguardia, poseedor de la teoría, los cuadros, y síntesis de las expresiones más avanzadas de la clase. Esto es, que las expresiones de poder y organización de la masa, no son suficientes ni adecuadas para conducir la disputa de poder con la burguesía; esto es labor del partido de la clase.
Estos fundamentos de la teoría del estado y del poder estuvieron presentes en la definición de las políticas del MIR y estuvieron presentes en el accionar táctico del MIR. Sin embargo, esto no se produjo de manera automática, en todo momento, y de modo efectivo, sino que fue un proceso de aproximaciones, de realizaciones aisladas y hasta circunstanciales que devinieron en el impulso y desarrollo específico de la cuestión del poder popular.
Mejor dicho, la preocupación y acción principal del MIR, desde el 67 en adelante, pero sobre todo desde mediados del 69 en adelante, estuvo centrada en activar, promover y conducir la lucha social y reivindicativa de las masas, principalmente en aquellos sectores de la clase trabajadora y del pueblo que no estaban integrados a las orgánicas sindicales motorizadas por los partidos de la izquierda tradicional, es decir, por el PS y el PC.
A su vez, las organizaciones de trabajadores lideradas por el reformismo y bajo la conducción de la CUT, durante toda la década del 60 protagonizaron constantes y diversas manifestaciones, movilizaciones y jomadas de lucha que fueron constituyendo un movimiento obrero activo, en constante ascenso y crecimiento, y cada vez más radical en sus manifestaciones. A este proceso se sumaron desde mediados de los 60 en adelante, diversos sectores del campesinado agrícola que protagonizó intensas movilizaciones y jomadas de lucha, principalmente en grandes fundos de la zona centro sur del país (Aconcagua, Curicó. Ñuble, Cautín), y que posibilitaron la creación de poderosas organizaciones sindicales del campo que sumaron fuerzas a este activo movimiento social de carácter enteramente popular.
Es en este contexto social que el MIR intenta desarrollar un intenso trabajo de masas orientado a introducir una política revolucionaría en el seno de la clase obrera y trabajadora, pero fundamentalmente destinado a levantar una política revolucionaría de masas en el seno del campo popular.

Estos esfuerzos por levantar una política revolucionaria de masas consistían en descubrir las principales necesidades, los principales problemas, las principales reivindicaciones de los sectores populares más explotados, y a partir de ese diagnóstico impulsar la organización y la movilización de los sectores afectados recurriendo a dos premisas básicas: uno, el involucramiento directo, un compromiso práctico, de los militantes y cuadros del MIR con el sector popular de que se tratara (esto es, integrarse física y materialmente a la vida y realidad de los afectados y a partir de esa relación construir lazos de legitimidad que sirvieran de base para el levantamiento de una plataforma de lucha reivindicativa y sirvieran de base para la construcción de una relación política; cuestión ésta que constituye uno de los pilares de la nueva forma de hacer política que introdujo el MIR en el campo de la izquierda en general y de la izquierda revolucionaria en particular). Dos, el impulso de todas las formas de lucha como herramienta de trabajo para la movilización y la acción de las masas; esto que hoy parece una perogrullada, en ese tiempo significó otro aspecto central de la nueva forma de hacer política que introdujo el MIR puesto que reivindicaba el uso legítimo de la violencia revolucionaria de las masas en respuesta a la violencia represiva del estado y, por lo mismo, la valoración de la lucha armada como un instrumento necesario de la lucha popular. Todo esto referido a aquella época y realidad histórica.
En este afán de construcción de fuerza revolucionaria de masas, el MIR centra su accionar social en los sectores pobres de la ciudad y en los sectores pobres del campo. Cuestión que ocurre por la necesidad de desarrollar un trabajo de masas de nuevo tipo y por las dificultades reales (ideológicas, orgánicas y políticas) de poder desarrollar este trabajo de nuevo tipo en los sectores obreros tradicionales que, como ya se ha dicho, eran conducidos políticamente y monopolizados orgánicamente por los partidos de la izquierda tradicional y por el reformismo obrero en general. Esta necesidad y su limitante lleva a descubrir un nuevo sujeto social revolucionario en la realidad chilena constituido por los pobres de la ciudad y del campo. Es en este sector social donde el MIR desarrolla de modo más amplio y profundo su política revolucionaria de masas como ya dijimos desde mediados del 69 en adelante.
A la par del desarrollo de una serie de acciones armadas, que fueron consolidando la nueva forma de hacer política y el sello distintivo (impronta) del MIR en la política chilena, se desarrollaron una serie de tomas de terreno protagonizadas por pobladores sin casa de los principales centro urbanos, una serie de tomas de fundos protagonizados por comunidades mapuche, inquilinos y campesinos pobres de diversos sectores rurales del sur del país. Junto con estas acciones se produjeron algunas tomas de fábricas, también motivadas por reivindicaciones específicas de los trabajadores. No es que el MIR haya inventado estas formas de lucha; de ninguna manera. Las tomas formaban parte del activo histórico del pueblo en diversas luchas desde comienzos del siglo XX, pero las tomas impulsadas por el MIR tuvieron definitivamente otro carácter en el sentido que no eran elementos de presión sino que eran acciones definitivas, sin vuelta atrás, imponiendo la fuerza de las masas movilizadas y definiendo las soluciones a los problemas que originaban las tomas.
Hasta la primera mitad del año 70 ya se habían concretado siete tomas de terreno en Santiago dando origen a igual cantidad de campamentos de pobladores sin casa (26 de enero; 26 de julio; Rigoberto Zamora; La Unión; Magali Honorato; Elmo Catalán; Ranquil -estos tres últimos dan origen a fines del 70 a la población Nueva La Habana). En el mismo período en Concepción se producían varias tomas que se convertían de inmediato en campamentos de pobladores (Lenín, Luciano Cruz, entre otros); esto sin contar otras tomas lideradas por otros partidos o grupos de izquierda. En el plano del campesinado, hasta el momento de la elección de Allende, en septiembre del 70, se habían producido unas 15 corridas de cerco en las provincias de Cautín y Malleco (siendo la primera de ellas la producida en la comunidad Ouinchavil de Nueva Imperial; luego la comunidad Catrileo de Lautaro; Railaf de Lautaro; Ailío de Carahue; entre otras). Sin embargo, es a partir del triunfo electoral de Allende, que se produce un estallido de acciones de masas que rebasaron por lejos las medidas de interés popular que incorporaba el programa de gobierno de la UP y de Allende. Las tomas de fábrica exigiendo el paso al área estatal de las mismas, la intervención estatal o la intervención de los trabajadores en las decisiones económicas y productivas, sobrepasaron por mucho las 91 empresas estratégicas de la economía que el gobierno se proponía estatizar. Centenas de industrias fueron tomadas por los trabajadores prescindiendo del interés económico o valor productivo que pudieran tener para el estado; lo único que verdaderamente primaba era el interés, el análisis, la necesidad y la decisión de los trabajadores. En estas movilizaciones obreras el grado de influencia o de participación del MIR y su política fue limitado o nulo, por las razones anteriormente mencionadas pero también por la escasa fuerza orgánica de que aun disponía como organización; es decir, esto demuestra que la actividad y lucha de las masas se “escapó” y superó la conducción reformista, pero al mismo tiempo no deriva necesariamente en una postura política revolucionaria debido a la ausencia física de una corriente revolucionaria orgánica en su seno. En síntesis, las masas obreras adoptan posiciones radicales en su lucha reivindicativa anti patronal y, ante la carencia de opciones políticas propias, empujan hacia una radicalización de las políticas del programa de gobierno de la UP.
Las tomas de terreno de los pobladores sin casa se multiplican por las ciudades del país superando también la conducción política del reformismo y rebasando la capacidad orgánica y presencia física del MIR en muchas de estas nuevas tomas. Todo esto complica al gobierno porque le obliga a adoptar una política habitacional mucho más amplia y profunda de lo que contemplaba su plan original y, sobre todo, porque el punto de partida de estas soluciones habitacionales eran acciones radicales de las masas que llevaban al gobierno a adoptar una actitud confrontacional con la derecha, al menos durante la vigencia de este período que se extendió por más de un año.
En el campo, las tomas de fundo y las corridas de cerco se propagaron como reguero de pólvora convirtiendo en insignificantes las medidas y planes de reforma agraria que contemplaba el programa dé gobierno. El criterio de expropiación de predios con una extensión superior a las 80 hectáreas de riego básico fue absolutamente ignorado por la fuerza de los hechos. Comunidades mapuches de las provincias de Malleco, Cautín y Valdivia extendieron sus acciones de corridas de cerco y de tomas de fundos protagonizando una inmensa ofensiva por recuperación de tierras usurpadas. Los trabajadores agrícolas de la zona central y sur realizaron tomas que profundizaban y democratizaban la reforma agraria, independientemente de la cantidad de hectáreas y del tipo de cultivo que las caracterizara (agrícola, frutícola, ganadero, etc.) basados en la consigna “la tierra para el que la trabaja”, dando origen a una inmensa cantidad de predios de propiedad colectiva en el campo, conocidos como asentamientos campesinos. En otras zonas rurales la política del MIR en el campo se puede sintetizar en la consigna: “Una gran corrida de cercos, desde la cordillera hasta el mar”. Tan solo en Panguipulli, por ejemplo, en poco más de un mes, los campesinos se tomaron 24 fundos madereros y de montaña, con 0 hectárea de riego básico pero con un total de 420.000 hectáreas de doble sobre explotación, humana y forestal; estas tomas, no contempladas en los planes de nadie (y que un par de meses más tarde dan origen a la constitución del Complejo Forestal y Maderero de Panguipulli), surgen como parte de este estallido de movilizaciones sociales que se produce después del triunfo de Allende pero se concretan y se hacen posible por la presencia y acción concreta del MIR en el territorio.
Ahora bien, en todo este período de auge y de ofensiva popular, que se extiende por dos años, desde comienzos del 70 a comienzos del 72, la política explícita de poder popular no se hizo sentir. En otras palabras, no surge en esta coyuntura la alternativa política del poder popular por más que en los hechos se estuviera produciendo. En los hechos comienzan a producirse las necesarias coordinaciones entre los diversos actores sociales protagonistas de las diversas tomas. Los pobladores se coordinan y dan origen a comandos locales o comunales; los trabajadores de las industrias se coordinan y crean los cordones locales o comunales, los campesinos se coordinan y crean los consejos comunales campesinos. Pero estas coordinaciones, en la práctica, se producen por necesidades propias de los sectores sociales involucrados y no por una directriz política mirista que así lo dispusiera. En los hechos fue al revés. Es en el curso de estas movilizaciones, de estas acciones y de las posteriores coordinaciones, que surge el impulso orgánico y formal de la política de poder popular, de la idea de poder popular como un poder alternativo, de la necesidad del poder popular como instrumento de “empoderamiento” (como se dice ahora) de la clase. Es decir, se trató de darle un carácter político-estratégico a los instrumentos naturales que la masa fue creando, definiéndolos como instrumentos de poder popular, y se dio impulso y trató de crear estos instrumentos donde no los hubiera con la concepción de poder popular ya estructurada. Pero, en rigor a la verdad de cómo se dieron los sucesos en la práctica, esto comienza a impulsarse de modo definitivo a mediados de 1972, momento que coincide con el repunte de la contraofensiva burguesa contra el gobierno y el campo popular, y por lo mismo, coincide con la ofensiva del reformismo contra los sectores revolucionarios de la izquierda. A contrapelo, sin embargo, el campo popular inicia un nuevo ciclo de movilizaciones que se extenderá hasta mediados del 73.
La directriz del MIR orientada a darle impulso a la idea de poder popular, está expresada en la conformación de los (que después se llamó) frentes intermedios: MPR (marzo del 70), MCR (septiembre del 70), FTR (noviembre del 71), FER (71), pero esta idea fue sobrepasada por la radicalidad, extensión y masividad de las luchas populares. En los hechos, estas orgánicas se constituyeron en frentes intermedios entre la política revolucionaria y las masas y no en frentes de poder. El poder se expresaba en las propias organizaciones de masas y sus necesidades de coordinación, de unificación de criterios, de defensa popular, pero no tenía una perspectiva política de poder alternativo sino que se constituía en instancia de poder por la vía de los hechos mismos. También en rigor a la verdad, fue la coyuntura provocada por el paro patronal y reaccionario de octubre del 72 (conocido como Paro de Octubre) lo que provoca una reacción popular masiva que da pie a la estructuración de instancias de poder popular; pero, dicho está, estas instancias (Cordones, Comandos, Consejos) se logran organizar en respuesta a la ofensiva de la derecha y en defensa del gobierno popular de Allende, y no precisamente como parte de una política revolucionaria de poder dual.
Sin embargo, el Paro de Octubre le permite al MIR dar el impulso decisivo a la política de poder popular, cuya máxima expresión fue el surgimiento del Pliego del Pueblo, la exigencia de disolución del Parlamento y creación de la Asamblea del Pueblo (junto a la creación de los Consejos Comunales de Trabajadores en las ciudades y los Consejos Comunales campesinos en el campo). Pero, aún así los resultados prácticos fueron incipientes y así eran evaluados aún a comienzos del 73 por la dirección del MIR
En síntesis, así como podemos constatar que sin el progresivo y constante aumento de la organización y movilización social de masas en el curso de la década del 60, no habría sido posible el triunfo electoral de Allende, también tenemos que constatar que toda la experiencia de impulso y desairollo de la política de poder popular solo fue posible gracias al estallido de movilizaciones y acciones de masas que se producen luego del triunfo electoral del gobierno de Allende y la UP. Ese fue el escenario. Sin ese suceso no habría habido ese estallido, y sin ese estallido y las posteriores acciones de masas no habría habido surgimiento y crecimiento de formas e instancias de poder popular. O, en el mejor de los casos, su aparición y estructuración probablemente habría tardado años y adoptado otros caminos.

Octubre 2012.

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