lunes, 25 de abril de 2011

ADIOS, DON GONZALO, NOS VEMOS DESPUES.

Hoy nos dejó Gonzalo Rojas. Su hijo había advertido hace pocos días atras que estaba apagandose lenta y dignamente.
Para quienes no conozcan su poesia, algo de ella como un sentido homenaje:

Carbón

Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.

Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
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    Madre, ya va a llegar: abramos el portón, dame esa luz, yo quiero recibirlo antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino para que se reponga, y me estreche en un beso, y me clave las púas de su barba. Ahí viene el hombre, ahí viene embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso contra la explotación, muerto de hambre, allí viene debajo de su poncho de Castilla. Ah, minero inmortal, ésta es tu casa de roble, que tú mismo construiste. Adelante: te he venido a esperar, yo soy el séptimo de tus hijos. No importa que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años, que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto, porque tú y ella estáis multiplicados. No importa que la noche nos haya sido negra por igual a los dos. -Pasa, no estés ahí mirándome, sin verme, debajo de la lluvia. Los cómplices Te decía en la carta que juntar cuatro versos no era tener el pasaporte a la felicidad timbrado en el bolsillo, y otras cosas más o menos serias como dándote a entender que desde antiguamente soy tu cómplice cuando bajas a los arsenales de la noche y pones toda tu alma y la respiración perfectamente controlada, por mantener en pie tus rebeliones tus milicias secretas a costa de ese tiempo perdido en comerte las uñas, en mantener a raya tus palpitaciones, en golpearte el pecho por los malos sueños, y no sé cuántas cosas más que, francamente, te gastan la salud cuando en el fondo sabes que estoy contigo aunque no te vea ni tome desayuno en tu mesa ni mi cabeza amanezca en tu pecho como un niño con frío, y eso no necesita escribirse. Pareja humana Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español de un mismo lirio tronchado cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan en su blancura última, dos pétalos de nieve y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos en la luz sanguinaria de los desnudos: un volcán que empieza lentamente a hundirse. Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas encendidas por el hambre de no morir, así la muerte: la eternidad así del beso, el instante concupiscente, la puerta de los locos, así el así de todo después del paraíso: -Dios, ábrenos de una vez. Requiem de la mariposa Sucio fue el día de la mariposa muerta. Acerquémonos a besar la hermosura reventada y sagrada de su pétalos que iban volando libres, y esto es decirlo todo, cuando sopló la Arruga, y nada sino ese precipicio que de golpe, y únicamente nada. Guárdela el pavimento salobre si la puede guardar, entre el aceite y el aullido de la rueda mortal. O esto es un juego que se parece a otro cuando nos echan tierra. Porque también la Arruga... O no la guarde nadie. O no nos guarde larva, y salgamos dónde por último del miedo: a ver qué pasa, hermosa. Tú que aún duermes ahí en el lujo de tanta belleza, dinos cómo o, por lo menos, cuándo.