martes, 13 de septiembre de 2011

SEPTIEMBRE (ALMA NEGRA)

En la calle Romero de mis recuerdos, Septiembre huele a fachadas recién pintadas, olorosos asados, empanadas, vino y la chicha de los boliches de la esquina del pecado, donde las niñas que tratan de tú lucían sus encantos para atraer clientela. Y claro, el brote de los volantines, de las ñeclas para los más chicos, del pavo que mi tío Ernesto con hilo curado y su cañuela, elevaba desde el techo de la casa de la abuela Teresa inaugurando las comisiones, los volantines cortados, las carreras de decenas de niños con cañas y ramas intentando atrapar a los esquivos pájaros de papel liberados. Y que decir de las cuecas tocadas en el piano por los viejos que concurrian al Colmao a tomarse sus pencazos. Me pasaba la tarde entera escuchando la alegría chispeante, las tallas doble sentido y esa felicidad de pobres que inundaba calle Chacabuco.

Cuando nos fuimos a la Población El Pinar, Septiembre adquirió otro sabor: era el desfile de la Escuela en la calle principal, el “estreno” de la pinta diciochera, la banda de guerra amaranto de la Jota, los camisas grises de la juventud socialista, las fondas del trago barato y las cuecas interminables, las peleas de borrachos, los simulacros de peleas de los muy borrachos, el circo que llegaba al peladero justo al lado de los “juegos” cuyo parlante no cesaba de enviar mensajes de amor, de perdon, de reconciliación entre las parejas de nuestro mundo construido alrededor de la fabrica Sumar.

Sólo una vez me aventure a mirar la parada y fue desde lejos. En mi cabeza siempre estaban presentes los asesinados en la vía férrea de la José Maria Caro, los baleados por un helicóptero en La Legua y el Pinar para el paro de la CUT contra los chiribonos, y por supuesto un poco después, en plena adolescencia, los asesinados en El Salvador y Puerto Montt. Claro que cuando niño había disfrutado las aventuras radiales de Adiós El Séptimo de Línea, o las canciones de los Cuatro Cuartos dedicadas a las FFAA, pero no era suficiente para resolver esa desconfianza que me producían los uniformados. ¿Para que existían si Perú, Argentina y Bolivia eran países tan pobres como nosotros? ¿Había otra razón para tantas armas si como nos enseñaba la canción  escolar Argentina, Brasil y Bolivia,  Colombia, Chile y Ecuador…“ son hermanos soberanos de la libertad”

Cuando se levantó el General Viaux en el Tacna, yo andaba ya mirando chiquillas y militancia. No tuve miedo y fui uno de los tantos que concurrí esa tarde a las cercanías del regimiento a gritar y enfrentar a mano pelada el conato golpista. Fue determinante para enterrar para siempre algún tipo de recuerdo grato de “gestas heroicas” de uniformados, algo que me persiguió durante mis primeros años de militancia revolucionaria y en las tareas que luego asumiría, junto a una cincuentena de militantes, de resguardar al presidente Allende. Porque Septiembre fue entonces el día 4, el día del triunfo de Allende, esperanza de los pobres, esperanza de cambio, anhelos de un pueblo entero de poner fin a la esclavitud moderna y la dependencia y del inicio de un periodo distinto de lucha por la libertad, por un mundo nuevo…aunque de reojos no perdíamos los movimientos de los patrones, de los conspiradores, de los golpistas. Septiembre durante esos años se convirtió entonces en una fecha complicada: muchos uniformados juntos, peligro de golpe militar.

Y fue precisamente Septiembre, que como dice Silvio, nos hizo “bajar a la tierra, perdón quise decir a la guerra”. Ya no emboques, ni trompos,  ni cazuelas, ni curantos, ni chicha en cacho. La histórica sed de acumulación de riquezas de los dueños del poder que lanzaban bombas, ametrallaban, salían pintarrajeados (¿encapuchados?) a cazar dirigentes sociales, militantes de la unidad popular, a la señora de la JAP, al dirigente estudiantil, a la oradora de la ultima manifestación, al chico que había pintado al Ché en su bolso escolar, al obrero que había osado subirse a un cajón y arengar a sus iguales a tomar el control de la fabrica, al hombre de ojotas que recuperó tierras corriendo cercos. Era la cacería mirada por un país de señoritos gozosos, de patrones y crumiros que izaban bandera celebrando la heroica gesta de los nunca derrotados armados hasta los dientes contra un pueblo desarmado que no había querido aprender las lecciones de la historia.
Fueron los Septiembres Negros, de mujeres como Marta Ugarte lanzadas al mar sin que existieran miles de personas mirando por la televisión su búsqueda, de mujeres estranguladas como Lumi Videla, de tantos y tantos fusilados, degollados, lapidados vivos como los de Lonquen, colgados, asfixiados por los buenos alumnos de maestros brasileños, israelíes, alemanes y norteamericanos.

Fueron duros esos Septiembres para quienes estábamos encarcelados. Días de encierro temprano, de suspensión de visitas, de recordar a los caídos y a los que estaban cayendo, de aferrarse a la certeza que algún día derribaríamos a la dictadura. Días en que sentíamos la solidaridad de la población penal común que golpeaba latas, que se amotinaba, en solidaridad con “los políticos”, los “prisioneros de guerra” los “humanoides”. ¡Como vamos a olvidar al gendarme que se mofaba de nuestro estado!!Como nos vamos a olvidar de ese otro gendarme que en silencio traía un recado, una palabra de aliento, un mensaje clandestino!

Y septiembre en el exilio era traumático. Debe existir por algún lado el registro de las depresiones, de las lagrimas derramadas, de los nudos en la garganta, de los gritos desgarrados en los actos de denuncia de los primeros años, de la ira sorda de los testimoneantes: “Yo soy fulana de tal, trabajadora, detenida por la DINA, a mi me torturo salvajemente el Guatón Romo y me violaron los guardias, Estuve en Villa Grimaldi con Jose, Hernan, Alberto y Maria todos ellos ahora Detenidos Desaparecidos…”

Maldito Septiembre de aquellos años de derrota más profunda y de festín de la jauría. Del odio feroz que se acumulaba. Si, odio. Odio que persiste aun cuando hoy nos hablen de reconciliación, de justicia dentro de lo posible. Odio acumulado, rencor puro contra los que destruyeron los sueños y la vida de toda una generación de luchadores sociales intachables, mismo odio que se elevó más y más cuando el pueblo comenzó a salir de su letargo y a golpear con la Resistencia Popular primero, luego con los Paros y protestas nacionales, con el Frente Patriótico y las fuerzas del Lautaro. ¿Has olvidado Fuente Ovejuna? ¿Has olvidado Corpus Cristo? ¿Has olvidado a Sebastián Acevedo? ¿Has olvidado a los degollados, a los quemados, a los explosionados, a los quemados en vehículos, a los de Neltume, a los de Concepción, a Arcadia Flores, a Luís Díaz, a Palito, Aracelli Romo, a los hermanos Vergara?

Porque ya no fuimos más los ingenuos poniendo la otra mejilla y aceptando las reglas del verdugo es que nos levantamos ayer, anteayer y nos levantamos hoy. Porque aprendimos, como decía el Ché, que un pueblo sin odio no puede vencer. Y fuimos capaces de construir fuerzas que llevo el dolor a las casas del enemigo. Y vimos sus centros de diversión y consumo arder, y vimos a sus perros guardianes lamerse las heridas, y vimos miles y miles de luciérnagas encendidas en protestas y paros iluminando caminos, y vimos a la escolta del tirano huir despavorida, y a los “aguerridos” violadores de mujeres prisioneras indefensa con sus rostros desfigurados al ver al pueblo armado encarándolos y castigándolos.  Claro que ahora ya no fuimos “humanoides”, ni “prisioneros de guerra”, al devolver golpe por golpe fuimos “terroristas” “subversivos” “criminales”.

Septiembre sigo siendo ajeno para nosotros, desde que se instaló la Concertación y la pseudo democracia , esa “especial” democracia inventada por la Trilateral Comisión gringa para nuestro Tercer Mundo, la democracia “restringida” sinónimo de  Contrainsurgencia.
Años tras año, a contrapelo del olvido decretado, las barricadas se encienden, las poblaciones corcovean. Con nuevas razones.
Razones con rostro de bailarina, de mapuches, de obreros forestales, de joven evangélico.

¿Has olvidado como fue muerto Ariel? ¿Enrique Torres, Ignacio Escobar,Sergio Valdes? ¿Acaso no recuerdas a Alexis y Fabián? ¿Ubicas a Andrés Soto, a Mauricio Gómez, a José Miguel Martínez? ¿Te olvidaste de Pedro Ortiz,, de Rene Largos Farias, José Araya Ortiz? ¿Existe algún lugar en tu memoria para recordar al viejo Sergio Calderón? ¿Y los de la masacre de la micro en Apoquindo: Yuri,  Raúl, Alejandro? La lista se extiende a lo largo de Chile y del tiempo: Claudia López, Daniel Menco, Alex Lemun, Zenen Díaz, José Huenente, Juan Collihuin, Rodrigo Cisterna, Matías Catrileo, Johnny Cariqueo, Jaime Mendoza, Daniel Riquelme y este año Manuel Gutiérrez.

Por estos muertos, nuestros muertos la televisión no realizó programas especiales, no hubo duelo nacional, no se movilizaron recursos para auxiliar a los heridos o buscar los desaparecidos.

Ellos solo viven en nuestra memoria y seguirán vivos ahí mientras exista lucha y quienes retomen su ejemplo.

Septiembre no nos devuelve aún la alegría del desfile en la población, del trompo, los volantines y pavos, las cuecas en piano, el compartir la empanada y el curanto con el milico patas hedionda o el chancho de maquina marino.

Septiembre de este año nos trae las brisas de una nueva generación de luchadores sociales, principalmente estudiantiles, que desafían al poder en sus cimientos. Ojala que la brisa se convierta en vientos, y los vientos en Raco, en Puelche, en Pampero, Terral, Puihua, vientos huracanados de un pueblo que derribe de una vez y para siempre el dominio de los poderosos, construyendo un Chile Popular y devolviéndonos la alegría de un Septiembre de los pobres.

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Este es el último texto que les entrego a vuestra consideración. Mañana entraré al taller de reparaciones por algunas semanas. Espero estar nuevamente en las calles de mi país construyendo junto a ustedes la alternativa popular. Gracias a  amigos y lectores por  el apoyo y deseos expresados.