sábado, 18 de mayo de 2013

Notas sobre la lucha reivindicativa, la conciencia política, el Estado y la opción revolucionaria (Alma Negra)



Durante las últimas semanas, participando en encuentros con jóvenes de Lo Hermida, luego en Taller Emilio Recabarren y a partir de un posteo sobre el Estado (“Cuando no se comprende la naturaleza del Estado Chileno actual como fruto de la experiencia y síntesis realizada por las clases dominantes respecto al viejo Estado Benefactor que posibilito el avance de las masas y un régimen como el de Salvador Allende, cuando no se entiende que los capitalistas no volverán a arriesgar sus privilegios y cuotas de poder nuevamente, se cree que desde El Estado, desde la propia Institucionalidad se puede articular una estrategia de avance para las masas y se cae en el parlamentarismo y electoralismo como espacio central de lucha y el reformismo como estrategia política. Ya sabemos cómo termina.”, se han abierto interesantes discusiones respecto a la lucha reivindicativa, el movimiento de masas y su “toma de conciencia”, el carácter del Estado y la opción revolucionaria. Principalmente por el respeto que  merecen dos compañeros (Roger y Ariel) es que tratare de profundizar los conceptos vertidos en esas instancias.

“…Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida...”
(Carlos Marx. Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política)


El Estado Chileno, refundado por las clases dominantes después que las masas y sus luchas abrieran una época pre revolucionaria en la década de los 70, asumió como tarea fundamental no solo la reconversión del modelo económico que se venía desarrollando en Chile, sino que también el diseño de una nueva legalidad burguesa orientada a impedir que se repitieran nuevamente las condiciones bajo las cuales, no solo fue posible para un sector del pueblo capturar una fracción de él (Gobierno de la Unidad Popular), no solo cuestionar la distribución de la riqueza y la propiedad de los medios de producción (salarios, área social, intervención y control obrero de fabricas y fundos), sino que una fracción revolucionaria avanzó hacia las formas de poder popular y cuestionó a la totalidad del Estado (Parlamento, Justicia, condiciones al interior de las FFAA, entre otras). La Dictadura Militar la asumen como necesidad las clases dominantes porque el viejo Estado y todas sus relaciones ya no le servían. No era solo Allende, no era solo derrotar al movimiento popular en sus diferentes alternativas políticas (reformistas y revolucionarias), les era profundamente necesarias para sostener el modelo capitalista ya en crisis y principalmente asumir un nuevo patrón de acumulación que los proyectara y que diera cuenta de leyes del desarrollo capitalista que les son ineludibles como son la reproducción ampliada del capital, el proceso de concentración de capital y la sobrevida de ellos en el marco de un único sistema mundo capitalista, asociándose, compitiendo o siendo devorados por otros capitales.
Vale la pena detenerse en este punto: no es por simple voluntad, no es por pensamiento político o ideológico que los dueños del poder y la riqueza empujan el golpe de estado. Son sus intereses económicos inmediatos, su sobrevida como clase tanto en lo coyuntural como hacia el futuro, lo que hace que la burguesía recurra a la violencia extrema que sacudió al país.

El Estado  refundado por tanto, es expresión de esa voluntad. Por eso el tema no era solo Pinochet y la dictadura militar. No era solo el fascismo como decían algunos. El tema en su profundidad eran los intereses de la burguesía, que en cuanto comprendió que mantener la dictadura y el terror, frente a una lucha de masas creciente, con desarrollo desde el campo popular de lucha armada, comprendió que debía transitar rápidamente a un modelo distinto, basado en la hegemonía ideológica articulada con los que definíamos entonces como “Oposición Burguesa” que sellando el pacto de mantener los principales ejes de la dominación, permitieron el desarrollo de una nueva versión de la “democracia”, lo que Carter y la Trilateral Comisión definieron como “Democracias Protegidas” , asegurando a la socialdemocracia ( y a un conjunto de renegados) espacios económicos y políticos para que se desenvolvieran. Eso es lo que refrendo la Concertación, al refrendar la Constitución hoy llamada “Lagos-Pinochet”.

Jaime Guzmán, el diseñador de esta Constitución, buscó e instaló todos como Leyes todos los mecanismos para hacerla inexpugnable esa Constitución basando en una realidad concreta: la capacidad de dominio ideológico de la burguesía sobre al menos una fracción importante cuya oposición a modificar la Constitución la hace ser lo que Tomas Moulian definió como “caja de hierro”. Así, con el control de solo un tercio de votantes, se impide cualquiera modificación y se perpetúa el modelo.

Pero el mismo modelo en sí es un modelo contrainsurgente, con un conjunto de leyes operando permanentemente para impedir la construcción de una fuerza social revolucionaria que lo cuestione. Leyes que incluyen testigos encapuchados, criminalización de las luchas sociales, y hoy mismo, la militarización y guerra más o menos encubierta en el territorio mapuche, cárceles de seguridad que ni siquiera la dictadura fue capaz de implementar, acuerdos con potencias extranjeras para instalar bases militares en Chile, y para que decir la reformulación de las formas de ingreso y selección a las fuerzas armadas cada vez mas clasistas y dependientes tecnológicamente del imperio.

Se puede señalar entonces, y en ese punto, podemos coincidir, que derribar esa Constitución debe ser un eje concreto de las fuerzas populares. Pero aquí se abren dos consideraciones no menores: para ser reemplazada por qué, y como derribarla.

Si la gran mayoría de chilenos provienen de las clases asalariadas, entonces “estamos dados”. No hay problema, estaría asegurada una democracia, un Estado distinto y por ende relaciones económicas de distinto tipo, y hasta donde se tiene conocimiento, esas mayorías mandando, esas formas de relaciones de producción se llaman socialismo. O sea, la convocatoria a una Asamblea Constituyente seria un plebiscito para instalar el socialismo…lo que, en el  contexto de la realidad de la lucha de clases y el poder que mantienen las clases dominantes viene siendo una utopía mayúscula.

Esto es porque, de una u otra manera la forma que adopta el Estado es el resultado concreto de las correlaciones de fuerzas en la lucha de clases, la expresión de los distintos intereses y las fuerzas que están presentes en el bloque en el poder.

Dicho de otro modo: la burguesía querría tener siempre el máximo de garantías y leyes para explotar inmisericordemente a las clases dominadas. No puede obtener ese estado de dominio de manera permanente porque ella misma está en constante lucha por mercados, por materias primas, por mano de obra barata, por energía, por el control de tecnología que le permita hundir a sus competidores o simplemente sobrevivir. No puede porque de alguna manera tiene que construir cierto nivel de consenso con los dominados para sostener su sistema. Tal es la “democracia” que articulan, una lucha de clases más o menos violenta, una dominación que usara mecanismos persuasivos o hegemonía ideológica, pero que no duda en usar la violencia permanentemente.

Es la democracia de ellos, donde tienen el control de medios de difusión, radio, televisión, periódicos, una playade de serviles comprados por su dinero que trabajan convenciendo a las masas de su opción, de su ideología, masas que por lo demás, en todo momento son formateada por sus valores, el individualismo, sus formas de entender la vida en comunidad. Masas que saben que tienen que vender su fuerza de trabajo al patrón para sobrevivir y que tienen miedo porque no conocen otro sistema de vida, creen que es el único el eterno, el que siempre ha existido, masas embrutecidas y sobreexplotadas que al venderse al patrón, al sumarse al “ganador” permanente, aseguran en algo su existencia.

Miremos el problema ahora desde abajo, desde las capas mayoritarias del pueblo chileno, los proletarios que solo tienen su fuerza de trabajo para vender y específicamente desde los segmentos mayoritarios que a duras penas tienen cierta calificación para el trabajo. Allí donde se vive al día, donde con suerte algún hijo logra estudiar una carrera técnica. El conocimiento es un lujo y campea la enajenación en el sentido de no conocer, de no saber y por el contrario, estar bombardeado por los valores que le construye la burguesía. El tema es la sobrevida y conseguir un trabajo que permita sobrevivir, sin capacidad de entender siquiera como se estructura la explotación, donde lo “político” aparentemente no tiene nada que ver con su cotidianeidad y se repite “… si yo no trabajo no vivo”. Es en estos sectores de mayor retraso en conciencia donde prolifera la ideología de los patrones. Estos sectores ni siquiera tienen conciencia de ser explotados ni menos de pertenecer a una clase, por ende para ellos lo electoral, lo político-político les es absolutamente ajeno. Un poco más arriba en la estratificación de clases, encontramos a sectores de trabajadores asalariados y funcionarios con estabilidad laboral. Por los mecanismos de amarre de la dictadura en algunos casos, por carrera funcionaria en otros, la flexibilidad para ellos es algo que no importa ni les aflige mucho. Son estos sectores y particularmente en la pequeña burguesía, donde encuentran mayor eco las propuestas reformistas o de transformaciones desde el estado. El cierto estatus, espacios y niveles de vida les permite abrigar la esperanza de mejorar su situación dentro del sistema. Escalar, mejorar. Es el segmento por ejemplo de estudiantes universitarios que centran su lucha en el crédito, no en la crítica al modelo educativo, sino en las dificultades para insertarse en el sistema, de igual manera que la pequeñaburguesia se mueve criticando los abusos y excesos del modelo, no el modelo como tal. Con ciertos elementos de la vida cotidiana resueltos, entonces su lucha es mejorar dentro del sistema y para ellos la “democracia” es el mejor método: el voto es democracia.

Equivocadamente, la pequeña burguesía confía en esa democracia y en esos momentus en que la clase dominante requiere del consenso. Creen a pie juntilla en el valor del voto, de la legalidad momentánea, sin entender que esa legalidad es producto de relaciones de fuerzas establecidas en un momento dado, que las ocho horas por las que pelearon y murieron centenares de obreros en el siglo pasado, hoy son un simple recuerdo, como lo son la multitud de beneficios que se obtuvieron bajo el modelo de estado de bienestar y que hoy son pasado, pisado. Hoy formulan el concepto de “ciudadanos” pretendiendo, muy post modernos ellos, que de verdad la lucha se trata de un Estado que responde a sus ciudadanos, con democracia y todo incluida. De alguna manera hay que señalar que la experiencia de la Unidad Popular, como camino no violento hacia el socialismo, como algunos lo presentaban, fue el punto más alto de una estrategia que el mundo entero miraba con asombro, porque contradictoriamente a las revoluciones triunfantes, se había llegado al Gobierno por vía electoral. Pero ese punto más alto, choco con los limites del Estado, algo que ya había adelantado el Che en “Táctica y Estrategia de la Revolución latinoamericana” :

“…Es posible o no en las condiciones actuales de nuestro continente lograrlo (el poder socialista, se entiende) por vía pacífica? Nosotros contestamos rotundamente: en la gran mayora de los casos, no es posible. Lo mas que se lograra será la captura formal de la superestructura burguesa del poder, y el transito al socialismo de aquel gobierno que, en las condiciones de la legalidad burguesa establecida llega al poder formal, deber hacerse también en medio de una lucha violentísima contra todos los que traten, de una manera u otra, de liquidar su avance hacia nuevas estructuras sociales.”
Por ello es que, ni la estrategia reformista ni la neo reformista de los ciudadanista tiene proyecciones estratégicas reales, sino son acompañadas por el tema que duele, que no termina por ser asumido: la lucha de clases es lucha de fuerzas, y las fuerzas se expresan en la confrontación, en el enfrentamiento, en luchas de poder.


¿Cómo construir esas fuerza? Necesariamente con una perspectiva de largo plazo, con una propuesta concreta. Aquí subyacen temas no menores: ante las derrotas del socialismo a escala mundial, se pretende construir otro paradigma distinto, desdeñando el socialismo, la dictadura del proletariado y toda la praxis histórica del movimiento revolucionario internacional. Algunos vuelven al anarquismo como propuesta (habiendo este sido superado históricamente en sus diversas versiones), pero los más se convierten en revisionistas, renegados, que descubren en el ciudadanismo y en la democracia burguesa una opción para mejorar el sistema, vale decir, como no puedo cambiarlo, entonces lucho por mejorarlo (que es lo mismo que luchar para perpetuarlo). A mi juicio, estas formulaciones que podemos encontrarlas en varios grupos y colectivos, terminan por desarrollar una forma de acción política centrada en lo táctico pero no ligado a una estrategia concreta de cambio, sino en ciertas formas corporativas de gestión que terminan despolitizando y siendo funcionales al sistema. El gran problema que al no tener una visión global, estratégica, histórica, ligada a los intereses de clases, terminan reificando aspectos de una totalidad, vale decir, viendo solo las formas y no los contenidos, o aspectos de la dominación sin ir a la totalidad. Esas visiones unilaterales terminan por instalar visiones distorsionadas o partiendo de determinados errores de implementación terminan por negar criterios, conocimientos históricamente acumulados.

Así surge en Chile, a partir de las derrotas, la negación de “lo político”, la negación de “lo militar”, la negación del marxismo, la negación del proletariado y su papel, surgiendo tesis del autonomismo no entendido como “independencia de clase” sino como versión del gremialismo y de lo local, las visiones gradualistas que no entienden el desarrollo dialectico del movimiento y creen a pie juntilla en que los procesos de acumulación de fuerzas son algo lineal, otras versiones renovadas del socialismo utópico en la creencia que se pueden articular formas socialistas nuevas desde comunidades, el asistencialismo que reduce el actuar político al apoyo a sectores sociales vulnerables pretendiendo que esa labor por si sola generará desarrollo de conciencia en las masas y en sus versiones más deformadas el aparatismo, el vanguardismo , la negación de la lucha reivindicativa por ser inútil y motivada solo por conquistas reivindicativas parciales.

Las organizaciones revolucionarias entienden que el proceso de acumulación de fuerzas implica asumir la totalidad
De elementos presentes en la lucha de clases y entienden que es la lucha concreta por las reivindicaciones de las masas la que permiten organizar, hacer el aprendizaje de enfrentar la dominación, lo que a su vez permite develar el sistema y todos sus mecanismos frente a las masas.
No sirve, como propósito revolucionario,  el trabajo asistencial sin lucha concreta.
No sirve como propósito revolucionario la lucha reivindicativa sin en el proceso de esta lucha no develamos los intereses de clases, sino desnudamos qué papel juega en esa lucha particular el Estado, el parlamento, los Jueces, la Prensa, es decir, sino descubrimos ante las masas los verdaderos intereses que están en juego.

No sirve, entrar a los escenarios de lucha reivindicativa  y política sin fuerza organizada y dispuesta a enfrentar la legalidad impuesta por los patrones, porque cada conquista concreta es rebasando la ley que defiende los intereses del patrón y es un tremendo error validar la justicia burguesa, las leyes burguesas, el parlamento burgués como escenarios neutrales en los cuales podamos confiar. Ciertamente debemos luchar por obtener nuestras reivindicaciones pero lejos de validar dichas instancias,. De lo que se trata es de develar sus verdaderos roles como aparatos de dominación.

Los revolucionarios en Chile tenemos grandes desafíos hoy. Y el inmediato es impedir que la fuerza acumulada, la experiencia ganada, sea cooptada nuevamente por los mecanismos del sistema y terminen por reducir el actual alza puntual del movimiento de masas a una nueva irrupción puntual, sin continuidad, esporádica.

Sostener el movimiento requiere de enfrentar ideológicamente a quienes quieren llevar esas aguas a sus molinos electorales. Requiere mejorar organización, profundizar en conciencia, sumar nuevos actores, generar mayores espacios democráticos a nivel de base. Y sobretodo requiere de las fuerzas revolucionarias converger en la práctica concreta.

Quienes somos parte de Trabajadores al Poder entendemos que si hay que trabajar en lo cultural, en la gestión responsable de cada espacio social construido, pero entendemos que nuestra centralidad es hoy seguir desarrollando luchas reivindicativas y acciones directas de masas que apunten al desarrollo de gérmenes de Poder Popular. Desde nuestra perspectiva, nada tenemos que hacer en el escenario de las luchas electorales parlamentarias. Independientemente que tal o cual personaje proponga tal o cual programa, nos interesa como prioridad el desarrollo de las organizaciones de masas, de la lucha que ellas desarrollan, del enfrentamiento a la ofensiva que desde el poder cotidianamente se desarrolla sobre el campo popular, ese escenario, de la lucha de clases directa, de la lucha contra los grandes proyectos mineros, por el agua, por justicia y no a la impunidad, en tre otros aspectos desarrollados como Pliego del Pueblo asumido por las Asambleas Populares reunidas recientemente en Freirina.

Esa es nuestra determinación de lucha para este periodo, sin perder de vista que debemos ser capaces de construir una correlación de fuerzas lo suficientemente amplia como para poner en crisis la actual dominación y luchar en el futuro, no por un pliego del pueblo, sino por conquistar el poder.